Decimocuarta Edición
Vivir de manera digna del evangelio
Kevin Johnson, Mg
Magister en Divinidades del Trinity Evangelical Divinity School. Licenciado en Filosofía, Wheaton College. Profesor en la FUSBC desde el año 2014.
Introducción
¿Cuántos de ustedes han recibido una profecía y luego actuado directamente en contra de lo que el profeta le dijo? Este no es un sermón sobre profecía, pero quiero empezar con la historia de una profecía rechazada. Una profecía rechazada por un hombre de Dios, el apóstol Pablo.
En Hechos 21 encontramos una historia curiosa. Pablo viajaba de Grecia a Jerusalén; al llegar a Tiro, en la costa, muy al noroccidente de Jerusalén, encuentra oposición a sus planes. Hechos 21:4 dice, “y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén”.[1] Parece ser un mensaje claro de parte del Espíritu Santo, pero Pablo prosigue su viaje. Eventualmente llega a Cesarea, ubicada al sur de Tiro y más cerca de Jerusalén, y allí el profeta Agabo le advierte sobre lo que le espera en Jerusalén. Hechos 21:11 señala que Agabo “tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo, ‘esto dice el Espíritu Santo: así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles’”. Los compañeros de Pablo tomaron el mensaje a pecho y le rogaron no subir a Jerusalén (Hch 21:12). La respuesta de Pablo es cortante: “¿qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hch 21:13). Lucas comenta: “y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: hágase la voluntad del Señor” (Hch 21:14).
Según los capítulos 19 y 20 de Hechos, Pablo estaba totalmente convencido de que el llamado de Dios para él era ir a Jerusalén, independientemente de que lo arrestaran o no. Él sabía que su llamado incluía recoger una ofrenda en las iglesias gentiles para las iglesias judías en Jerusalén (Ro 15:25-28; 2 Corintios 8-9). Y efectivamente, poco después de llegar a Jerusalén, Pablo fue arrestado, encarcelado en Cesarea por dos años y luego enviado a Roma para defender su caso delante del emperador romano. Al final del libro de Hechos, encontramos a Pablo encarcelado en Roma, pero predicando el evangelio abiertamente.
¿Por qué cuento toda esta historia? El pasaje que vamos a estudiar es un pasaje que Pablo escribió desde la cárcel, muy probablemente en Roma, a la iglesia de Filipos.[2] Si no entendemos la firmeza de Pablo en Hechos para seguir su llamado—aun hasta el punto de rechazar dos profecías porque estaba tan convencido de que la voluntad de Dios era otra—no comprenderemos su actitud en Filipenses. Leamos Filipenses 1:12-30.
12Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, 13de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. 14Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.
15Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. 16Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; 17pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. 18¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.
19Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, 20conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. 21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. 25Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, 26para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros.
27Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, 28y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios. 29Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, 30teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.
Para nuestros propósitos, se puede dividir el texto de Filipenses 1:12-30 en dos partes. La primera, 1:12-26, muestra la actitud de Pablo frente a su encarcelamiento. La segunda, 1:27-30, nos exhorta a seguir su ejemplo, a vivir en una manera digna del evangelio.
La actitud de Pablo frente a su encarcelamiento
En el versículo 12, Pablo empieza a describir lo que le ha pasado. En vez de ver su encarcelamiento como un estorbo para el evangelio, se da cuenta que ha sido una oportunidad para “el progreso del evangelio”. Había tenido la oportunidad de testificar a “todo el pretorio, y a todos los demás” (1:13). Es decir, tuvo la oportunidad de predicar el evangelio aun a los soldados cercanos al Emperador.[3] En 1:14 nota que su encarcelamiento fue una oportunidad para fortalecer la iglesia en Roma, dándoles el valor para “hablar la palabra sin temor”. Pablo interpretó su experiencia de esta manera porque sabía que lo más importante no era su propia libertad sino el progreso, el avance del evangelio.
Vemos esta misma actitud de enfocarse en el avance del evangelio, en la siguiente porción del pasaje, 1:15-18, donde encontramos algo sorprendente. Además de ver su encarcelamiento como una oportunidad, Pablo también tiene una actitud bastante generosa para con otros cristianos que hacían su ministerio con motivos equivocados. Uno esperaría que Pablo rechazara tajantemente el ministerio de aquellos hermanos que “predican a Cristo por envidia y contienda”, pero no lo hace. El versículo 18 registra la razón. Pablo se regocija en el hecho de que Cristo sea anunciado, aunque las personas que lo predican lo hagan con intenciones impuras. Para Pablo el mensaje es más importante que el mensajero. Gordon Fee describe la actitud de Pablo de la siguiente manera:
[E]n el caso de Pablo, son sus convicciones teológicas las que le han llevado por un lado a una estrechez teológica y, por otro, a una amplitud de corazón dentro del contexto de esas convicciones, precisamente porque entiende el Evangelio como lo que es: el plan de Dios, y no el suyo. Añadiremos que eso está muy lejos de muchos que creen estar en la línea de Pablo, pero cuya pasión por el Evangelio muchas veces se torna en una pasión por defender su forma “correcta” de ver las cosas.[4]
Pablo puede decir lo que dice porque estos hermanos, aun con malas intenciones, acertaban en cuanto al evangelio.
Esta actitud de Pablo tiene un desafío para nosotros. Si la única cosa que vemos en la iglesia es la hipocresía y el egoísmo de sus líderes, pero no tenemos la capacidad de ver la mano de Dios obrando por medio de pecadores con todos sus problemas, estamos muy lejos de la actitud de Pablo. Para Pablo el avance del evangelio era motivo de gozo, y debe serlo para nosotros también.
En los versículos 19 al 26 encontramos la actitud más extraordinaria de Pablo. La mayoría de los presos están preocupados más que nada por su vida. Pero, la prioridad de Pablo no era su vida, sino que “ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (1:20). Pablo tenía una actitud bastante relajada en cuanto a su propia vida. No sabe si va a vivir o si va a morir, pero está seguro de una cosa, que “esto resultará en mi liberación” (1:19). ¿Cómo puede decir esto si no sabe si vivirá o morirá? La palabra griega que Pablo usa para “liberación” es la palabra sotería, que normalmente se traduce como “salvación”. Pablo sabía que habían dos tipos de liberación: salir de la cárcel y el martirio. Cualquiera de los dos resultaría en su “liberación” porque sabía que no hay nada, ni la misma muerte, que pudiera separarle del amor de Dios (Ro 8:38-39).
¿Por qué fue la gloria de Cristo la prioridad de Pablo? Porque Dios había transformado su perspectiva. Pablo sabía que somos llamados a compartir con Cristo en su sufrimiento. En el versículo 21 dice: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Para Pablo esta no era una verdad teológica abstracta. La personaliza con las palabras “para mí”. Pablo había llegado a vivir esta realidad desde lo más profundo de su corazón. Reconoce que hay muchas ventajas de “partir y estar con Cristo” (1:23), pero ese deseo no es definitivo. Su deseo de estar libre del sufrimiento en la presencia de Cristo no es lo más importante. Lo más importante es poder hacer la voluntad de Dios para el progreso del evangelio (1:12) y el progreso o “provecho” de la fe de los filipenses (1:25).
El desafío del ejemplo de Pablo para nosotros es sencillo: el cambio de actitud producido por el evangelio. En Filipenses 1:12-26 vemos tres maneras como el evangelio cambió la actitud de Pablo. Primero, veía las circunstancias difíciles como oportunidades. Segundo, veía a otros cristianos como colaboradores y no como rivales. Tercero, veía la gloria de Cristo como más importante que la vida o la muerte. Si tuviera que resumir la actitud de Pablo en una palabra sería muy sencillo: humildad. Pablo sabía que no se trataba de él. Pablo había muerto a sí mismo y a sus propias preferencias. ¿Vemos las circunstancias difíciles como oportunidades?, ¿nos regocijamos en los logros de otras iglesias, otros ministerios, otros seminarios?, ¿podemos decir con toda convicción, “para mí, el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”? El evangelio entonces debe determinar nuestras prioridades.
La exhortación a vivir como es digno del evangelio
En el versículo 27 Pablo cambia el enfoque. En vez de seguir narrando cómo ha manejado su propio sufrimiento a la luz del evangelio, ahora empieza a exhortar a los filipenses. Este versículo tiene el primer imperativo del pasaje: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo” (1:27).[5] La palabra “solamente” es una manera de decir: “si sacan una sola cosa de lo que he venido diciendo de mi vida y mis prioridades, es esto”. En los versículos 27 y 28 Pablo afirma, en primer lugar, que vivimos como es digno del evangelio cuando cultivamos la unidad de la iglesia a favor del avance del evangelio. Pablo sabe que hay poca posibilidad de avanzar la causa del evangelio si la iglesia no está unida. Empieza animando a los filipenses a estar “firmes en un mismo espíritu” (1:27). Aunque la palabra “espíritu” no lleva mayúscula en las traducciones al español,[6] es muy posible que Pablo se refiera al Espíritu Santo aquí. Gordon Fee nota que Pablo nunca usa “espíritu” para hablar “de la disposición de una comunidad”.[7] No se trata simplemente de unidad de propósito. Más bien, tenemos que estar firmes en la unidad que el Espíritu Santo ha establecido en la iglesia como un don divino.[8]
Con esta unidad de parte del Espíritu, Pablo exhorta a los filipenses, en segundo lugar, a “combati[r] unánimes por la fe del evangelio”. Una traducción literal de “combatir unánimes” sería “luchar juntos como un alma”.[9] Es la misma expresión que se usa en Hechos 4:32, cuando dice que “la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”.[10] La idea es que debían vivir como si fueran una sola persona.[11]
En tercer lugar, la exhortación tiene que ver con la unidad en medio del sufrimiento. Pablo anima a los filipenses a “no ser intimidados en nada por los que se oponen”. Cuando sufrimos por el evangelio es fácil dudar si estamos viviendo dentro de la voluntad de Dios. Pero Pablo anima a los filipenses a seguir adelante. La oposición de la cultura y el sufrimiento de la iglesia es “indicio de perdición” para los de afuera, pero para los filipenses es indicio “de salvación” (1:28). El sufrimiento por la fe es una parte normal de la vida cristiana. De hecho, Pablo dice que es un don de la gracia de Dios. En Filipenses 1:29 Pablo señala que “os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”. La palabra griega que se traduce “es concedido” es una forma del verbo jarízomai, que significa “dar algo gratis como un favor, dar como un acto de gracia”.[12] La iglesia puede mantener su unidad cuando no ve el sufrimiento como algo para evitar a toda costa, sino como un don de la gracia de Dios para una comunidad llamada a seguir el camino de la cruz.
Vivir una vida digna del evangelio como seminarista o pastor
De pronto usted está más cómodo analizando verbos griegos que compartiendo el evangelio con un no creyente. De pronto usted está tan ocupado con asuntos administrativos de la iglesia que su única meta es sobrevivir. Pablo nos exhorta a vivir una vida digna del evangelio cultivando la unidad de la iglesia a favor del avance del evangelio. La realidad es que seminaristas, pastores y líderes son los que tienen más posibilidad de contribuir a la unidad de la iglesia o a la división de la iglesia. A veces los seminaristas se frustran porque sus iglesias los ven más como una amenaza que como una bendición. La realidad triste es que no todos estos temores son infundados. Los que tienen estudios teológicos avanzados pueden hacer mucho bien, pero también tienen la capacidad de destruir muchas cosas en la iglesia por pensar que saben más o que tienen la mejor forma de hacer el ministerio.
Tal vez la actitud más destructora para la vida de la iglesia—y la más tentadora para los que estudian en un seminario—es el cinismo. Cuando piensa en su práctica profesional u otro ministerio en la iglesia, ¿tiene un corazón dispuesto a “combatir unánimes por la fe del evangelio”, o ve a la iglesia como un estorbo para la realización de algún sueño ministerial personal? Es fácil llegar a un puesto de liderazgo y pensar que somos el centro de atención o que es solo para nuestro provecho personal. Es fácil quejarse de la falta de oportunidades que la iglesia le brinda a uno. Es fácil pensar que la iglesia es el problema. Algunas de estas preocupaciones son válidas, pero el hecho es que no podemos servir a la iglesia si no la amamos. Entonces, luchemos para mejorar la iglesia, pero nunca se debe olvidar que somos llamados a amar a la iglesia que hay.
Esto no es fácil. El momento cuando más aprendí sobre la importancia de la unidad de la iglesia fue cuando estudié mi pregrado en Wheaton College. Recién llegado a Wheaton empecé a congregarme en una iglesia que tenía unas 600 o 700 personas. Era una iglesia con muchos estudiantes, una pasión por las misiones transculturales y que se destacaba por su vitalidad espiritual. Después de mi segundo año, el pastor renunció porque aceptó un puesto como profesor en un seminario en otra parte del país. Al salir el pastor, se fue la mitad de la iglesia. El nuevo pastor que llegó no encajaba bien con la iglesia. Tenía otro estilo de liderazgo y predicación, y empezaron a surgir problemas con los miembros que llevaban más tiempo en la iglesia. Cada domingo parecía que alguien más había salido. Cuando me gradué de la universidad dos años después quedaron menos de cien personas. Unos meses después la iglesia se disolvió. Muchos conocidos en ese tiempo me animaron a buscar otra iglesia. ¿Por qué quedarme si no me gustaban los sermones del pastor y si la iglesia no estaba creciendo? Pero mi perspectiva era bastante sencilla: me quedo porque esta es mi iglesia. Me quedo porque soy parte del cuerpo de Cristo en esta iglesia local y Dios me ha llamado a servir aquí. Tengo que aprender a escuchar la Palabra de Dios para mí, aunque no me gusten los sermones del pastor. No estoy sugiriendo que nunca haya una situación que justifique cambiar de iglesia. Hay circunstancias por las que es válido hacerlo. Pero las razones que la gente me ofrecía para salir no mostraban amor por el cuerpo de Cristo. No hubiera servido a la causa del evangelio.
Mi experiencia en Guatemala también ha confirmado la importancia de amar a la iglesia que hay allí. Hace casi dos años salí de Medellín para Guatemala. El cambio de cultura no ha sido del todo fácil para mí. Vivo en un pueblo en el área rural donde el nivel de estudios de la población es bastante más bajo que en mi iglesia en Medellín. Me cuesta entender cómo piensa la gente o cómo contextualizar un sermón o enseñanza para un grupo que incluye algunos que no saben leer y que experimentan su relación con Dios en una forma bastante distinta a la mía. Pero mi esposa y yo escogimos esta iglesia porque queríamos estar en un lugar donde pudiéramos aportar. No tenemos ni edificio propio ni pastor, y los ancianos que dirigen la iglesia reconocen que la predicación y la enseñanza es uno de los ministerios que más se necesita fortalecer. Podríamos haber buscado otra iglesia con un pastor con más estudios, donde tal vez hubiéramos recibido más. Pero escogimos nuestra iglesia porque buscamos una iglesia con puertas abiertas para usar nuestros dones en una manera que edifique al cuerpo de Cristo.
Conclusión
El mensaje de Filipenses 1:12-30 para nosotros es sencillo. Debemos dejar que el evangelio nos transforme hasta tal punto que la pasión por el avance del evangelio sea lo que determine nuestras decisiones. Cuando el evangelio haya echado raíces tan firmes en nuestros corazones, viviremos con la humildad de Pablo y tendremos la capacidad, cada vez más, de dejar el egoísmo a un lado y ser líderes que cultivan la unidad de la iglesia a favor del avance del evangelio. Si usted ha crecido en estas áreas en su tiempo en el seminario o en el ministerio pastoral, gloria a Dios. Si esto parece una realidad lejana y su pasión por el evangelio ha menguado, es tiempo para ponerse a cuentas con Dios y pedir que Dios haga una obra de transformación en su corazón para vivir una vida digna del evangelio.
Bibliografía
Bauer, Walter. A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 3a ed. Ed. de Frederick W. Danker. Chicago: University of Chicago Press, 2000. Software Bíblico Logos.
Carson, D. A., y Douglas J. Moo. Una introducción al Nuevo Testamento. Ed. de Anabel Fernández Ortiz. Trad. de Dorcas González Bataller y Pedro L. Gómez Flores. Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2008. Software Bíblico Logos.
Fee, Gordon D. Comentario de la Epístola a los Filipenses. Ed. de Anabel Fernández Ortiz y Dorcas González Bataller. Trad. de Dorcas González Bataller e Ismael López Medel. Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2006. Software Bíblico Logos.
Fee, Gordon D. God’s Empowering Presence: The Holy Spirit in the Letters of Paul. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1994. Reimpresión, Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2011. Software Bíblico Logos.
[1] Todos los pasajes bíblicos citados en este sermón son de la Reina Valera 1960, a menos que se indique otra cosa.
[2] Algunos han argumentado que Pablo escribió Filipenses desde Cesarea o Éfeso. Para una defensa breve de Roma como el lugar de composición, véase D. A. Carson y Douglas J. Moo, Una introducción al Nuevo Testamento, ed. Anabel Fernández Ortiz, trad. de Dorcas González Bataller y Pedro L. Gómez Flores (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008), Software Bíblico Logos, 431-434.
[3] La Nueva Versión Internacional traduce “toda la guardia del palacio” en vez de “todo el pretorio”. Gordon D. Fee nota que “en el primer siglo, se utilizaba [este término] frecuentemente para referirse a la guardia pretoriana, las tropas de élite del mismísimo Emperador, ubicadas en Roma” (Gordon D. Fee, Comentario de la Epístola a los Filipenses, ed. de Anabel Fernández Ortiz y Dorcas González Bataller, trad. de Dorcas González Bataller e Ismael López Medel (Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2006), Software Bíblico Logos, 165-166).
[4] Fee, Filipenses, 180.
[5] Aunque “que os comportéis” es un subjuntivo en español que expresa una orden, es un verbo imperativo en griego, politeuesthe. Este verbo literalmente significa “vivir como ciudadanos”. Pablo quería animarles a los filipenses a vivir de acuerdo con su nueva identidad como ciudadanos del cielo (cf. Fil 3:20) por seguir su propio ejemplo de tener una actitud y vida transformada por el evangelio (Fee, Filipenses, 222-224).
[6] Se debe notar que el texto griego original no distinguía entre mayúsculas y minúsculas. La decisión entre “Espíritu” y “espíritu” es una decisión editorial basada en lo que se considera la interpretación más probable del pasaje.
[7] Fee, Filipenses, 226. Véase también Gordon D. Fee, God’s Empowering Presence: The Holy Spirit in the Letters of Paul (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1994; reimp. Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2011), Software Bíblico Logos, 744-745.
[8] Comparen con Efesios 4:3: “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Otro texto llamativo sobre el rol del Espíritu Santo en establecer unidad en la iglesia es 1 Corintios 12:13: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Esto es cierto si se traduce “por un solo (o mismo) Espíritu” (RVR1960, RVC, LBLA, NVI) o “en un mismo Espíritu” (PDT, NRSV [inglés], ESV [inglés]). Fee, en su comentario sobre Filipenses (p. 227) menciona el uso de “en un mismo Espíritu” en Filipenses 1:27 y 1 Corintios 12:13.
[9] Con Fee, God’s Empowering Presence, 746, se ha optado por “como una sola alma” en vez de “en una sola alma”, entendiendo el uso del caso dativo como un dativo de manera en vez de un dativo locativo.
[10] Énfasis del autor. El paralelo con Hechos 4:32 se menciona en Fee, Filipenses, 226.
[11] Fee, Filipenses, 227. El uso de “un alma” en Hechos 4:32 es en caso nominativo, no dativo, pero todavía se nota el paralelo conceptual entre “luchar como un alma” y “ser [de] un corazón y un alma”.
[12] Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 3a ed., ed. de Frederick W. Danker (Chicago: University of Chicago Press, 2000), Software Bíblico Logos, 1078. El significado de este verbo es más claro en las traducciones al español que tienden más a la equivalencia dinámica. La DHH, NTV y TLA hablan del “privilegio” de sufrir por Cristo, mientras que la PDT habla del “honor” de sufrir por Cristo. La RVR1977 es la traducción de equivalencia formal que más expresa la idea original con “se os ha concedido la gracia, por amor de Cristo, no sólo de que creáis en él, sino también de que padezcáis por él” (énfasis del autor).