Posted in Decimoprimera Edición

Decimoprimera Edición

Año 8 Segundo Semestre 2017

Inicio / Decimoprimera Edición / Una mirada mitopoiética al problema del mal

Una mirada mitopoiética al problema del mal

Fernando Abilio Mosquera Brand, ThM., PhD.

Ph.D Filosofía Política, Universidad Pontificia Bolivariana (UPB). Lic. Filosofía y Ciencias Religiosas, Universidad Santo Tomás de Aquino. Filósofo, UPB. Lic. en Teología y ThM en Teología, Seminario Teológico Bautista. Profesor de Teología y de Antiguo Testamento y profesor emérito de la FUSBC. Vinculado a la FUSBC desde 1988.
Palabras clave: Cosmogonía, economía general, erótica, mitopoiesis, plan soteriológico, Popol Vuh, teodicea, teogonía.

Introducción

El hombre como ser-en el mundo[1] y por estar inmerso en él tiene una relación tanto existencial como dialógica con el mundo, por tanto, hace ingentes esfuerzos por comprenderlo, reproducirlo y transformarlo con base en su propia reflexión. Esa intención de comprensión transformadora la expresa a través del lenguaje representado en el habla, en los símbolos y en el arte, las tres como mediaciones del logos humano. Por tanto, habla, símbolo y arte, acepciones del mundo, son registros de las lecturas que hacemos del mismo. Ya Martin Heidegger en su libro El ser y el tiempo había afirmado que el habla es una acepción del mundo[2]
Según Heidegger, el ser en el mundo tiene dos tareas fundamentales: encontrarse y comprender, y afirma que “el comprender alberga en su seno la posibilidad de la interpretación, esto es, de la apropiación de lo comprendido. Dado que el encontrarse y el comprender son igualmente originales, el encontrarse se mantiene dentro de una cierta comprensión”.[3]  Esto tiene serias implicaciones para la búsqueda de explicaciones de la presencia del hombre en el cosmos, y de la existencia del mismo cosmos. El hombre trata de encontrarse a sí mismo por medio del afrontamiento de la realidad cosmológica, y trata de comprenderse a sí mismo a través de la comprensión del universo. Por esa razón la búsqueda del elemento primigenio (la búsqueda del arjé) tiene un punto de partida y un punto de llegada antropológico. Realmente, la pregunta por el universo se hace por razones antropológicas, no por razones cosmológicas.
Esta tendencia hacia la comprensión-explicación-transformación encuentra, prima facie, aplicación legítima en el mito, y como quiera que este, en las culturas antiguas, correspondía a una elaboración colectiva, salvo pocos casos, la elaboración del mito constituía una elaboración cultural.
Ahora bien, el ser-en-el mundo como ser colectivo abstracto se concretiza a través de grupos “homogéneos” y a través de individualidades. Los grupos homogéneos se organizan de tal manera que forman culturas y subculturas, las cuales interpretan su mundo a través de cuatro mediaciones:
a)    trascendentales (de dónde venimos).
b)    cosmogonías (dónde vivimos).
c)    construcciones culturales (quiénes somos).
d)    arte (qué hacemos).
Las concepciones trascendentales, cosmogónicas, las diversas manifestaciones culturales y el arte transparentan la forma como una determinada cultura se rinde cuentas de su propio devenir histórico y de su ser-social. Al observar las cosmogonías descubrimos que no son otra cosa que la forma como esa cultura explica su existencia en el cosmos. Basta leer las Teogonías de Hesíodo, algunos mitos latinoamericanos, entre ellos el Popol Vuh, y las cosmogonías del Medio Oriente, para descubrir la veracidad de este aserto.
En este artículo imbricaremos dos asuntos que al final resultan estar relacionados, si no conceptualmente, sí de forma correlacional: Mito y problema del mal (teodicea). Si bien el problema del mal no está conceptualmente relacionado con el mito; los diversos mitos, sobre todo los cosmogónicos abordan el problema del mal desde la intervención de los “dioses”. Esta es la razón por la cual se abordan conjuntamente estos dos asuntos.
El sugestivo título de este artículo obedece a la forma como diversas mitopoiesis abordan la presencia del mal, como realidad apofántica. Mal y dioses se presentan en una doble relación endíadica causa-efecto, efecto-causa. En el Enuma Elish, el mal se origina en los dioses; en las Teogonías, los dioses son generadores de violencia, y algunos son productos de la violencia intradivina; en los Trabajos y los Días, Zeus introduce el mal en la humanidad, a través de Pandora. Tendencias similares se descubren en el Popol Vuh. Así entonces, el mal mirado desde diversas mitopoiesis permite concluir que los dioses son generadores de violencia, la cual es transferida y reproducida por los humanos.
Mitopoiesis: concepto y construcción
Mitopoiesis viene del vocablo griego mythopoiía o mythopoiesis, el cual alude a la generación de mito. Para producir este efecto lingüístico, dos vocablos griegos se fusionan: mythos y poiesis; de esta fusión surge el vocablo ya mencionado. El mitopoieta[4]  crea una serie de conceptos, personajes, situaciones, regiones geográficas y sucesos fantásticos para armar una historia, pretendiendo con ello, explicar el origen de un personaje, de un pueblo o de una cultura. Lo que resulta de todo esto es la creación de un mito que va a caracterizar a una determinada cultura, y esto es así porque los mitos son culturales, no universales.
Según Alejandra Gáfaro, en su introducción a Mitos Clásicos: dioses, hechos y héroes de la mitología griega,
los mitos constituían una forma de expresión cultural; eran los cuentos que se escuchaban entre el pueblo y su carácter no era exclusivamente religioso. En ellos se narraba toda una serie de aventuras. Sin embargo, con el correr de los años, se llamó mitos únicamente a aquellas historias que contaban la vida y aventuras de los dioses, de cómo ellos habían creado el mundo, a los hombres y todas las cosas que se encuentran en el universo.[5]

La capacidad mitopoiética es universal. Esto se evidencia en que en todas las culturas se han tejido mitos de diversa índole. Cada cultura procura explicarse su origen y razón de ser cultural recurriendo a las composiciones mitopoiéticas. Así lo hizo notar Joseph Campbell el siglo pasado, experto en mitos y religiones comparadas, quien escribió varios libros, entre los cuales destacan: El Poder del mito, las máscaras de Dios y el héroe de las mil caras. En una de sus más reconocidas obras, El héroe de las mil caras, expone la universalidad del mito como mito, no de las diversas mitopoiesis, a la vez que muestra el carácter determinista del mito:
En todo el mundo habitado, en todos los tiempos y en todas las circunstancias, han florecido los mitos del hombre; han sido la inspiración viva de todo lo que haya podido surgir de las actividades del cuerpo y de la mente humana. No sería exagerado decir que el mito es la entrada secreta, por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten sobre las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, los primeros descubrimientos, científicos y tecnológicos, las propias visiones que atormentan el sueño, emanan del fundamental anillo mágico del mito.[6]

En otro pasaje, Campbell hace notar la universalidad del mito:
El estudio comparativo de las mitologías del mundo nos hace ver la historia cultural de la humanidad como una unidad, pues encontramos que temas tales como el robo del fuego, el diluvio, el mundo de los muertos, el nacimiento de madre virgen y el héroe resucitado se encuentran en todas las partes del mundo, apareciendo por doquier en nuevas combinaciones, mientras permanecen, como los elementos de un caleidoscopio, solo unos pocos y siempre los mismos.[7]

Acercamiento conceptual al mito
El mito es definido así:
Relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso. Los mitos pueden referirse a grandes hechos heroicos… que con frecuencia son considerados como el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad o del género humano en general.[8]

Harrison, en el Diccionario de Teología, define mito como “la ficción de una fábula en contraste con la autenticidad de lo verdadero”.[9]  El mito, “desde los tiempos de Píndaro hasta el presente, siempre lleva el sentido de aquello que es ficticio, como opuesto al término logos, que indicaba lo que era verdadero o histórico”.[10]
Se debe destacar el hecho de que el mito procura dar una explicación de la realidad circundante a partir de una elaboración fantástica. Realidad, fantasía y erótica se imbrican para generar una respuesta cultural a las grandes preguntas que surgen del triángulo epistemológico.[11]  La búsqueda de un corpus explicativo que dé cuenta del origen de la cultura explora todo lo atinente a esa cultura. Entre los elementos que abarca dicha búsqueda se encuentran los asuntos que caen dentro de la teodicea, por lo que la mayoría de las mitopoiesis incorporan en sus cánticos el mal como parte integral de la realidad circundante.
Desde la perspectiva griega, la mitopoiesis entra en relación directa con Metis, la cual, designa “como nombre común, una forma particular de inteligencia, una prudencia astuta; como nombre propio, una divinidad femenina, hija de Océano”.[12]  Pero su relación con la mitopoiesis no deviene solo por la parte semántica, sino por el mito mismo, toda vez que Metis, hija de Océano, fue una de las primeras esposas de Zeus, quien la devoró estando ella esperando a su hija Atenea.[13]
El mito ha sido entendido de varias formas. Antonio Fernández lo define como “narraciones simbólicas que intentan describir ‘lo que son realmente las cosas’, más allá de su aspecto. Gracias a su lenguaje poético pueden llegar a explicar aspectos de la realidad con una profundidad inaccesible para el lenguaje científico”.[14]
Para José Ferrater Mora, el mito es el “relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso”.[15]
En el Atlas Universal de Filosofía se define el mito como,
Referencia al discurso o narración de las gestas de los héroes y de los dioses con que el pensamiento prefilosófico explicaba simbólicamente, a través del ejemplo de las vicisitudes narradas, los grandes problemas relativos al origen del mundo, de la humanidad y de las instituciones.[16]

Según el Diccionario de la Lengua Española, el mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.”[17]
Joseph Campbell relaciona el mito con la capacidad onírica del hombre. Dicha relación la plantea en los siguientes términos:
El sueño es el mito personalizado, el mito es el sueño despersonalizado; tanto el mito como el sueño son simbólicos del mismo modo general que la dinámica de la psique. Pero en el sueño las formas son distorsionadas por las dificultades peculiares al que sueña, mientras que en el mito los problemas y las soluciones mostrados son directamente válidos para toda la humanidad.[18]

En El poder del mito, Campbell relaciona sueño y mito de la siguiente forma:
Un sueño es una experiencia personal de ese terreno profundo y oscuro que constituye el soporte de nuestras vidas conscientes, mientras que un mito es el sueño de una sociedad. El mito es el sueño público y el sueño es el mito privado. Si sucede que tu mito privado, tu sueño, coincide con el de la sociedad, habrás logrado un buen acuerdo con tu grupo. Si no, te aguarda una aventura en la selva oscura.[19]

Así, entonces, la capacidad mitopoiética es propia del hombre como ser individual y como ser social. Los mitos se van tejiendo en la medida que los individuos van entretejiendo sus sueños para transformarlos en cosmovisión totalizante. Cada individuo, según Campbell, manifiesta su mito particular a través de las actividades oníricas.
Finalmente, Campbell le otorga al mito una especie de misión, por lo que refrenda dos caracteres del mito: carácter cosmovisional y carácter teleológico, al considerar que el mito nos enseña a leer el mundo, y más específicamente la cultura y la religión:
La mitología te enseña qué hay detrás de la literatura, y el arte te enseña sobre tu propia vida.… La mitología tiene mucho que decir sobre los estudios de la vida, las ceremonias de iniciación cuando uno pasa de la infancia a las responsabilidades adultas, de soltero a casado.[20]

Este breve recorrido permite advertir que el mito tiene un carácter intuitivo más que racional. Intuitivamente advierte un elemento originario del cosmos que se le “escapa” a la razón. Y es a partir de esa intuición que se elabora la más bella poesía que brota de la capacidad erótica del sujeto: la mitopoiesis. Así, entonces, el mito no pasa la prueba de la demostración o de la argumentación lógica, pero sí pasa la prueba poética y fantasiosa del ser humano. Tal vez este carácter fue el que no permitió que los filósofos tomaran en serio el mito, excepto Platón, quien en ocasiones se sirve del mito para construir apartes de su filosofía.
Adentrémonos en esa fascinante elaboración intuitiva de las diversas culturas, asomándonos a diversas mitopoiesis.
Una mirada a diferentes mitopoiesis
Las siguientes mitopoiesis conectan el origen del mal, o por lo menos, las primeras mifestaciones del mal, en la esfera humana.
Mitopoiesis nórdica. De acuerdo con la mitología nórdica, el elemento primigenio originario del cosmos es el frío (nifelheim) y el calor (muspell), cuyo elemento separador era el vacío (ginnungagup). De ellos surgen el universo, la raza humana y los dioses. Según esta mitología, los asas (dioses) surgen de Bure (el primer varón surgido de las piedras lamidas por Audumbla, una vaca gigante). Miremos uno de los mitos nórdicos:
En ginnungagup surgió la vida al encontrarse el hielo de nifelheim y el fuego de muspell. De este encuentro entre el frío y el calor nacieron primero el ogro Ymer y después la gigante vaca llamada Audumbla. Allí, en aquel vacío inmenso –flanqueado por luz y tinieblas– yacía el origen de toda vida. Al encontrarse hielo y fuego, la nieve, lentamente, empezó a derretirse y, moldeada por el frío, pero despertando a la vida por el calor, surgió una extraña criatura, un enorme ogro llamado Ymer, el gigante más grande que jamás haya existido. Conforme el hielo se derretía, las gotas iban configurando otra criatura… con ubres y cuernos: una vaca colosal llamada Audhumla. Daba tanta leche, que el níveo líquido fluía de sus descomunales pezones como ríos caudalosos. Así encontró sustento Ymer. ¿Y Audumla? La vaca, inmediatamente, empezó a lamer las salobres piedras, cubiertas de escarcha, que yacían alrededor de ella y del gigante. Y entonces sucedió algo extraño. De pronto, de una de las piedras, el enorme rumiante, lamiendo, sacó unos largos mechones de pelo. Al día siguiente, de la misma piedra, surgió una cabeza y un rostro. Y al tercer día, la vaca, finalmente, extrajo con sus lamidos un cuerpo entero… Era un varón, alto y hermoso. Se llamaba Bure, y de él descienden los dioses que llamamos asas.

El gigante Ymer tuvo hijos consigo mismo. Mientras dormía, empezó a sudar y, de pronto, surgieron del sobaco izquierdo una criatura masculina y otra femenina. Y no queriendo ser menos las piernas que los brazos, los pies copularon entre sí y dieron a luz un hijo con seis cabezas. Ése fue el origen de los “gigantes de escarcha”, a veces llamados troll u ogros, pero más conocidos como yotes.

Audumbla vivió lamiendo la escarcha en las rocas salobres, de donde surgió poco a poco el primer hombre, Bure, y de él descienden los dioses llamados asas. El hijo de Bure, de nombre Bor, se casó con la hija de un yote, Bestla, y juntos tuvieron tres hijos dioses: Odín, Vilje y Ve.

Tal vez las diversas criaturas lograran vivir en paz unas con otras durante bastante tiempo. En cualquier caso, tuvieron descendencia común… Odín – que más tarde se convertiría en el dios supremo – era vástago de Bestla, hija de un yote, y de Bor, hijo de Bure. Los yotes, empero, fueron aumentando en número y pronto el lugar se plagaría de esa raza. Entonces, un día, Odín y sus hermanos –Vilje y Ve– se rebelaron contra Ymer y su estirpe. Se entabló una feroz batalla, de la que salieron victoriosos Odín y sus hermanos. Los dioses mataron al gigante, y una ola de sangre se abatió sobre los enemigos de los asas, ahogándolos a todos… a todos menos a dos. De esta pareja de yotes, que huyeron a través de la niebla buscando refugio en el país de las brumas, provienen todas las generaciones posteriores de “gigantes de escarcha”…

También Audhumla, la primera vaca, seguramente sería arrastrada por las olas y arrojada al precipicio, puesto que, desde aquel baño de sangre, nadie ha vuelto a saber de ella…

Los asas arrastraron el cadáver de Ymer hasta el centro del inmenso vacío, Ginnungagap, y lo pusieron, a guisa de tapadera, sobre el abismo. Entonces, sobre el cuerpo sin vida del gigante crearon el mundo. La sangre de Ymer se transformó en mar; su carne, en tierra.

Los huesos del coloso se convirtieron en rocas y peñascos. Los dientes y las astillas de hueso roto, en piedras y cantos rodados. El pelo se transformó en árboles y hierba. Los dioses lanzaron al aire el cerebro de Ymer, muy alto, creando las nubes.

¿Y el cielo? El cráneo del gigante fue puesto como una bóveda que cubría todo lo creado. Luego, los dioses tomaron chispas del ardiente Muspellsheim y las colgaron en el firmamento, donde siguen brillando desde entonces; dentro de lo que otrora fuera el cráneo de Ymer… Así se crearon las estrellas.

Del cadáver de Ymer salían arrastrándose pequeños gusanos, que se convirtieron en los primeros enanos, moradores de grutas y cavernas del mundo subterráneo. Los asas eligieron a cuatro de ellos para sostener la bóveda celeste y vigilar los cuatro rincones del universo. Son los enanos llamados Este, Oeste, Norte y Sur. Así fue como todo lo creado quedó imbuido de sentido y propósito.[21]

En esta cosmogonía-teogonía, el mal tiene el formato de guerra y muerte y es generado por los dioses, específicamente por Odín, Vilje y Ve. Guerra desatada contra Ymer y sus descendientes. En esta mitopoiesis, el mal encuentra su origen en los dioses.
Enuma Elish. El Enuma Elish, también conocido como El Poema de la creación, es un mito que da cuenta de la supremacía de Babilonia, de su esplendor, de su magnificencia y de su riqueza. Su título corresponde a la costumbre que había en el Medio Oriente de titular una obra con las palabras iniciales de la misma. Este poema de la creación comienza con las palabras Enuma Elish, cuyo significado es “cuando en lo alto”. Este poema “se citaba el cuarto día de la fiesta del Año Nuevo”.[22]
En el Enuma Elish, Mardal mató a Tiamat y con su cuerpo construyó el cosmos. De la sangre de Kingu, su consorte, Ea hizo la raza humana con el propósito de que esta le sirviera a los dioses, quienes triunfantes demandaron construir Babilonia, la cual llegó a ser el santuario de Marduk, edificada por los dioses Anunnaki, construyeron los palacios y los templos, la embellecieron y finalmente expresaron: “¡Ésta es Babilonia, el sitio que es vuestro hogar! Holgaos en sus recintos, ocupad sus amplios lugares”.[23]  Una vez dicho lo anterior,
los grandes dioses ocuparon sus asientos, dispusieron libaciones festivas, se sentaron para el banquete. Después que se hubieron holgado en el interior, y en Esagila, el espléndido, hubieron ejecutado sus ritos, y las normas hubieron fijado y todos sus portentos, los dioses todos distribuyeron las estaciones del cielo y de la tierra.[24]

El Enuma Elish da cuenta de la violencia intradivinidades provocada por la ambición de Tiamat para arrebatarle el trono a Marduk.
Mitopoiesis griegas. Hesíodo en una de sus obras, Los trabajos y los días, específicamente en el primer libro, escribe que en la tierra hubo una época en que no había ningún tipo de mal, por lo que los hombres vivían en un verdadero paraíso: no había enfermedades, ni dolor, ni penas, ni pobreza, ni desigualdades; la muerte era tranquila, plácida e indolora. Esa era una Era Dorada creada por los dioses para bien de los hombres mortales.
Cuando al mismo tiempo nacieron los Dioses y los hombres mortales, primero los inmortales que tienen moradas olímpicas crearon la Edad de Oro de los hombres que hablan. Bajo el imperio de Cronos que mandaba en el Urano, vivían como Dioses, dotados de un espíritu tranquilo. No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez; guardaban siempre el vigor de sus pies y de sus manos, y se encantaban con festines, lejos de todos los males, y morían como se duerme. Poseían todos los bienes; la tierra fértil producía por sí sola en abundancia; y en una tranquilidad profunda, compartían estas riquezas con la muchedumbre de los demás hombres irreprochables.[25]

En esta época de perfecta armonía entre los inmortales y los hombres, no era posible una situación discordante que atentara contra dicha armonía. Así se ve, entonces, que cuando el hombre está en consonancia con sus deidades todo resulta favorable para el ser humano. Esta armonía divino-humano garantiza por un lado, el bienestar de la raza humana, bienestar evidenciado en las relaciones armónicas con el prójimo, la ausencia de enfermedades, una vida placentera, prodigalidad agrícola, ausencia de fenómenos naturales destructores, prosperidad económica. A los dioses les representa veneración de los mortales, sacrificios abundantes, respeto y actitud servicial por parte de los hombres. Paradójicamente, esta armonía beneficia a los dioses en tanto ellos no tendrán que preocuparse por la impiedad de los mortales.
En esta visualización mitopoiética, Hesíodo desentraña varios anhelos del hombre: salud, bienestar, longevidad, protección divina, fortaleza física, tranquilidad; la elevación de la condición humana a lo divino, que de alguna manera, ha llegado a formar parte de las grandes aspiraciones humanas. Hesíodo la transparenta en los siguientes versos:
Pero después de que la tierra hubo escondido esta generación, se convirtieron en Dioses, por voluntad de Zeus, aquellos hombres excelentes y guardianes de los mortales. Vestidos de aire, van por la tierra, observando las acciones buenas y malas, y otorgando las riquezas, porque tal es su recompensa.[26]

Esta es una estupenda utopía, toda vez que Hesíodo, ha logrado leer el alma humana, referente a los deseos de inmortalidad, de grandeza, de inmenso poder, y facultad de juzgar las acciones de otros. Es el anhelo humano de convertirse en dios. Los dioses inmortales, en la antropogonía de Hesíodo, han convertido ese sueño en realidad. Los hombres anhelan la inmortalidad, después de la muerte. Este asunto ha sido leído por Hannah Arendt de la siguiente manera: “Para los mortales, lo eterno y definitivo comienza sólo después de la muerte”.[27]
Esa edad de oro no solo cesó con el ascenso de los hombres a la categoría de dioses, pues hubo cuatro generaciones más de mortales, sino que con el advenimiento de Pandora, los hombres exacerbaron sus sentidos y su lujuria.[28]  Zeus furioso, por un engaño del cual había sido objeto por parte de Prometeo, preparó grandes males para los mortales. El dios olímpico pidió a Hefesto que formara una diva, cuya belleza hiciera perder a los hombres.[29]  En efecto, Herrero hizo esa escultural virgen, la cual fue engalanada de la siguiente manera: Cárites y Pito le hicieron collares de oro, las Horas la coronaron de flores primaverales; Palas Atenea le adornó el cuerpo, la vistió y le enseñó a tejer; Argos le dio la facultad de mentir, los halagos y la perfidia, y Hermes fue el encargado de darle el nombre. Pandora fue creada y dotada con el fin de ser “azote de los hombres lujuriosos”.[30]  Hesíodo denomina a Pandora como “obra perniciosa e inevitable”.
Zeus le envía a Epimeteo en calidad de obsequio a Pandora. Prometeo le había advertido no recibir ningún presente de parte de Zeus, ya que los regalos del dios del Olimpo traían desgracias a los mortales. Los males de los mortales comenzaron cuando Pandora, quien llevaba en sus manos un gran vaso, lo destapó y esparció sobre los hombres las miserias más horribles. Únicamente la esperanza se quedó en el vaso, detenida en los bordes, y no echó a volar porque Pandora había vuelto a cerrar la tapa por orden de Zeus tempestuoso que amontona las nubes. Y he aquí que se esparcen innumerables males entre los hombres, porque la tierra está llena de males y el mar está lleno de ellos; noche y día abruman las enfermedades a los hombres, trayéndoles en silencio todos los dolores, porque el sabio Zeus les ha negado la voz. Y así es que nadie puede evitar la voluntad de Zeus.[31]  A partir de ese evento los hombres perdieron la tranquilidad.
En la obra de Hesíodo, Las teogonías, encontramos la fiera lucha entre los mismos dioses. Esa lucha tiene los siguientes móviles: poder, fama y riqueza. Una mirada a esa serie de canciones permite ver cómo el mal se esparce en la casta de los inmortales bienaventurados. De estas dos mitologías griegas podemos deducir que el mal fue introducido por los dioses.
El Popol Vuh. En El Popol Vuh, el mal aparece como realidad originaria de los dioses frente a la incapacidad de los hombres de satisfacer las expectativas de los dioses constructores. Si bien entre los dioses había armonía, esta armonía no se realizó en la relación que los dioses tenían con las primeras generaciones de hombres creados por ellos. El Mito comienza afirmando que en el extenso cielo había un vacío absoluto acompañado de un profundo silencio: no había nada: “Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Solo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad”.[32]
Los dioses Tepeu y Gucumatz tomaron consejo para hacer al hombre una vez amaneciera;
Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.[33]

Hay una triada creadora que constituye, según el mito, el Corazón del Cielo. Esa triada está compuesta por: “El primero se llama Caculhá Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa-Cacúthá. Y estos tres son el Corazón del Cielo”.[34]
Luego hicieron los animales: aves, venados, pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, víboras, etc. Los dioses creadores urgieron a estas criaturas a adorarlos, a pronunciar sus nombres, pero ellas no pudieron hacerlo porque no tenían lenguaje inteligible, y como no pudieron entender sus lenguajes, los dioses degradaron a estos animales y consecuentemente, “fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados los animales que existen sobre la faz de la tierra”.[35]  Esta “crueldad” obedece no tanto a la incapacidad litúrgica de dichos seres, sino a la ineptitud de los dioses creadores, ya que debieron dotarlos de lenguaje inteligible para los dioses.
Luego los dioses hacen un nuevo intento, por lo que se proponen hacer “seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten. Así dijeron.[36]  Expresado el deseo y una vez dada la orden, los dioses procedieron a formar de la tierra. Así la carne fue formada de lodo.
Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. Y dijeron el Creador y el Formador. Bien se ve que no puede andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron. Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida dijeron: -¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien nuestros adoradores, nuestros invocadores? Así dijeron cuando de nuevo consultaron entre sí: -Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú: ¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! Así dijeron entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Ixpiyacoc e Ixmucané.

En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres eran Ixpiyacoc e Ixmucané. Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al agorero, al formador, que son los adivinos: -Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros. -Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga.

Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni sustancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos. Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra. En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte.[37]

De esta manera El Popol Vuh registra la introducción del mal en la creación. Un mal provocado por los dioses, dada la imposibilidad de los seres vivos para invocar sus nombres y tributarles adoración.
Claro está que este mito no tiene la intención de mostrar el origen del mal en el universo. Su interés es mostrar el origen de la existencia humana y de la tribu Quiché y su relación con los dioses. No obstante, se puede inferir desde esa mitopoiesis la presencia del mal en el cosmos.
El mal y el relato del Génesis
La Biblia presenta el mal de forma distinta. Mientras que en las mitopoiesis vistas, el mal deviene de lo divino, en la Biblia el mal deviene de lo demoníaco. En Génesis 3, el mal se presenta súbitamente en forma ofídica y envuelto en sutileza tal que inicialmente no pudo ser descubierto por Eva.
El mal es una realidad inexistente en el acto creador, toda vez que no formaba parte del universo de Dios, lo cual lleva a Gesché a afirmar que,
Para el Génesis, si nos atenemos a una lectura hermenéutica del texto, el mal es lo que no estaba previsto. En el relato de la creación no solo no se crea el mal, sino que ni siquiera se le menciona: no pertenece al plan, a la idea de la creación.[38]

Ahora bien, si el mal no es creado por Dios y no forma parte constitutiva del cosmos, entonces, ¿qué es? ¿Acaso es un accidente y “una desgracia que le ocurre a Dios y al hombre”, tal como lo afirma Gesché?[39]  Es indudable que el mal constituye una tragedia tanto antropológica como cosmológica, ya que afectó a profundidad no solamente al hombre, sino al orbe terráqueo.
Después de la caída, Dios maldijo la tierra (Gn 3:17). Parece ser que este acto soberano y profundamente amoroso de maldecir la tierra por amor al hombre, es tomado por Pablo quien afirma que la creación fue “sujetada a vanidad [mataiótes]” (Rom 8:20), pero también es sujetada en esperanza. La mataiótes del cual habla Pablo está referida a una especie de fragilidad, a una especie de pérdida de sentido y de valor, a la experimentación de dolor y agonía. La creación sufrió pérdida, en otras palabras, fue afectada por el mal que se introdujo en el universo. Pero dicha mataiótes incorpora esperanza de redención y de desalienación. Esta redención tendrá lugar cuando se realice la transformación total y final del pueblo de Dios, allí, entonces la naturaleza será completamente restaurada. Pablo conecta la caída con la escatología: el mal provoca inmediatamente la redención escatológica.
Volviendo al relato del Génesis, el capítulo 2 termina diciendo “y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Gn 2:25). Pero Génesis 3:1 rompe abruptamente con el hilo narrativo e introduce una conjunción disyuntiva (pero) para dar un giro escandaloso a la armonía de Edén… “Pero la serpiente era astuta [heb. ‘arum y gr. fronimótatos[40], más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;…” Se debe tener en cuenta que la palabra hebrea que se traduce “serpiente” (heb. najas, gr. ófis) pertenece a una familia lingüística relacionada con el ocultismo, y por tanto, con lo demoníaco. Veamos, el verbo najas significa: agorar, adivinar; de él se desprende el sustantivo que significa: presagio, agüero, adivinación y serpiente. Los hebreos debieron tener alguna razón para ubicar el nominativo designado para serpiente en una familia lingüística que se emparentaba con el ocultismo, y por tanto, con lo demoníaco.
Así, en Génesis 3, la serpiente es el vehículo a través del cual cabalgaba el mal que se introdujo en el plano humano y terrenal. No es gratuito el hecho que la serpiente se relacione con la muerte “… el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Gn 2:17; cf Gn 3). La tentación se presentó con tal sutileza (gr. panourgía: astucia, artimaña, engaño) que la mujer no captó la falsificación de la versión serpéntea: “¿Con que Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?” (Gn 3:1b). Con esa falsificación de la orden se inicia la conversación. Eva por su parte, le añade otro elemento a la falsificación “ni le tocaréis”. Una vez dado el primer paso: la falsificación de la orden original, la serpiente da el paso más mortífero de la tentación: Acusa a Dios para desacreditar la orden perentoria que había dado. Esta acusación convierte la tentación del Edén en adversus deum y en adversus hominis.
La gran conexión que existe entre serpiente y demonio se puede ver en Apocalipsis, donde al Dragón se le denomina serpiente antigua. En Apocalipsis 20:2 se identifican como un mismo ser: dragón, serpiente antigua, Diablo y Satanás, la misma identificación se encuentra en Apocalipsis 12:9.
Este es el escenario en el que aparece por primera vez la serpiente relacionada con el mal y con la muerte.
Hay otro escenario en el que la serpiente se relaciona con la muerte, pero a la vez se presenta el remedium ofídico: después de Israel haber derrotado al rey de Arad en Horma, al llegar a territorio edomita y al ver que tenía que rodear dicho territorio en lugar de cruzarlo, se desanimó y murmuró contra Dios, por lo cual Yahweh envió serpientes ardientes, y como consecuencia, hubo una gran mortandad en el pueblo hebreo. Movido por su misericordia, Dios ordenó a Moisés levantar un asta y en ella colgar una serpiente de bronce para que todo aquel que levantare su mirada a dicho símbolo fuese sanado (Nm 21:4-9). Jesús tomó ese símbolo como un tipo de su propia muerte (Jn 3:14). Así, se puede comprender que el remedio contra el mal está en la cruz.
El triunfo definitivo del mal se encuentra en la cruz. El mal en la creación de Dios es erradicado desde la cruz, en la cual las fuerzas del averno fueron derrotadas estrepitosamente:
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la circuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra vosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y elevándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Col 2:13-15).

Debe comprenderse que el mal tiene un poder tan sugestivo y tan envolvente que afectó toda la creación. Otro hecho significativo alusivo al mal se relaciona con la solución que Dios planea: la encarnación y, con ella, la cruz. El único remedio posible para el mal consistía en que el Logos divino se hiciera carne para redimir la naturaleza alienada por el pecado y restaurar la imagen de Dios en el hombre mancillada por el mal introducido en el huerto del Edén. Si el precio de la redención era la muerte del Hijo de Dios, esto indica lo peligroso e incluyente que es el mal.
El mal encuentra su remedium en la staurós, es decir en la cruz. Significativo es el hecho de que Jesús siendo el león de la tribu de Judá, el Pantokrátor, y el Cordero que fue inmolado, vencerá al dragón, no desde la fuerza del león o desde los poderes plenos del Pantokrátor, sino desde el sacrificio del cordero: es el Cordero, desde su humildad, quien vencerá al dragón.
Algunas reflexiones finales
Iniciemos estas reflexiones finales con la siguiente declaración: “El problema del mal supone un reto sin respuesta racional para las creencias religiosas. ¿Cómo compaginar un Dios misericordioso y sabio con la existencia del dolor, la violencia, la muerte, el sufrimiento de los inocentes?”[41]
Esta reflexión nos lleva a convertir en pregunta una declaración muy antigua que se hizo respecto a la relación entre la existencia de Dios y la existencia del mal: ¿Malum, ergo non est Deus? Pregunta altamente inquietante, y para un cristiano desprevenido constituye una absoluta irreverencia: “si el mal existe, entonces Dios no existe”. La frase original no está enmarcada en signo de interrogación sino de forma declarativa, casi axiomática. La declaración parte del supuesto que Dios y mal son incompatibles y que el uno es la necesaria negación del otro. Pero, ¿es así como lo ve el cristiano?
La lógica cristiana exige la formulación de la siguiente pregunta: Si el mal fue vencido en la cruz, ¿por qué vemos el mal cundir por doquier? ¿Por qué Dios no ha eliminado completamente el mal? Esta pregunta ha recibido diversas respuestas como la siguiente: “Dios, considerado como responsable directo o indirecto del mal, por no haber podido o querido impedirlo, no existe ni puede existir, a no ser que se le considere como perverso o inútil, y entonces se destroza su imagen”.[42]  En este contexto, incómodamente inquietante, es relevante traer al presente la famosa paradoja de Epicuro y de Lactancio, quienes respondieron a esta cuestión de la siguiente manera:
a) Dios quiso eliminar el mal y no pudo…Dios sería impotente, lo que contradice su omnipotencia. Conclusión: si dios no es omnipotente no es dios, luego dios no existe.
b) Dios pudo eliminar el mal y no quiso… Dios sería malvado, lo que contradice su bondad suma. Conclusión: si dios no es bondadoso no es dios, luego dios no existe.
c) Dios ni quiso ni pudo… Dios sería impotente y malvado a la vez, lo que contradice su omnipotencia y bondad. Conclusión: si dios no es omnipotente ni bondadoso no es dios, luego dios no existe.
d) Dios quiso y pudo…Si dios quiere y puede acabar con el mal, ¿por qué no elimina al mal? Dios sería incoherente, lo que contradice su perfección. Conclusión: si dios no es perfecto no es dios, luego dios no existe.
La escandalosa presencia del mal ha inquietado a los hombres de todos los tiempos. Por ejemplo, Leibniz tuvo que afrontar las objeciones que en su tiempo se hicieron a la bondad, justicia y sabiduría de Dios, dada la avasalladora presencia del mal, frente al cual, aparentemente Dios no hacía nada, pero además, sabiendo lo que iría a suceder Dios creó al hombre y lo sometió al influjo del mal.
El hombre se verá expuesto a una tentación, a la que se sabe que habrá de sucumbir, y que será por lo mismo causa de males terribles; que por efecto de esta caída, todo el género humano quedará infectado y puesto en una especie de necesidad de pecar, que es lo que se llama el pecado original; el mundo por este medio se verá sumido en la más extraña confusión; la muerte y las enfermedades serán su lote, con otras mil desgracias y miserias que afligen ordinariamente a los buenos y a los malos; la maldad reinará por todas partes, y la virtud se verá oprimida en este mundo. Por tanto, no parece que una Providencia gobierna todas las cosas.[43]

A pesar del desesperado calificativo que Gesché le hace al mal, quien lo califica de “irracional por excelencia” y como “injustificable en todos los sentidos de la palabra”[44],  todavía podemos generar algunas reflexiones.
1.    El mal afectó la naturaleza humana. En efecto, el hombre fue creado perfecto, dentro de los límites que tienen los seres creados. El pecado corrompió dicha perfección, e introdujo en su lugar, la maldad. Así el ser humano transfiguró la naturaleza perfecta en naturaleza caída.
2.    A partir de ese hecho, el alma del ser humano suspira por el mal, por lo que los designios del corazón del hombre están dirigidos continuamente hacia el mal (cf. Gn 6:5).
3.    Dios trae redención al ser humano, y más específicamente a aquellos que aceptamos el amor de Dios y confiamos nuestra vida a su misericordia y perdón. No obstante, el mal sigue ejerciendo influencia nefasta en nosotros. Aunque somos redimidos, no estamos exentos de cometer pecado y de participar en algún grado de maldad.
4.    Si antes de la consumación de la historia, Dios decidiera erradicar el mal por completo, la raza humana en su totalidad desaparecería de la faz de la tierra, y como quiera que Dios desea que la mayor cantidad posible del género humano se salve (cf. 2 P 3:9), ha continuado adelante su plan soteriológico conforme a su economía general o cosmológica-salvífica. Así que el mal será eliminado por completo en los tiempos que Dios ha señalado para que ello ocurra.
5.    El mal tiene una especie de “misión” en cada individuo. Cada ser humano es formado y para ello se imbrican elementos concomitantes que llegan a ser factores intervinientes en su formación integral. Esos elementos concomitantes son: rasgos culturales, espacio geográfico, acontecimientos históricos, época, cultura, etnia, tradición familiar, condiciones socio-económicas, formación académica, tradición religiosa, situación política, genética, entre otros. Este asunto quiero ilustrarlo con mi experiencia personal.
Yo nací el 5 de octubre de 1953. Casi cinco meses antes de mi nacimiento, el 13 de Junio de 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla, dio un golpe de estado al entonces presidente conservador Laureano Gómez con la finalidad de poner fin al estado de barbarie que vivía Colombia en la época de la violencia. El 10 de mayo de 1957 renunció el Presidente Pinilla, para dar lugar a una Junta Militar que gobernara el país. El 24 de julio de 1956 se firmó el frente nacional entre Laureano Gómez (conservador) y Alberto Lleras Camargo (liberal).
Probablemente yo fui engendrado entre finales de enero y principio de febrero de 1953, eso quiere decir que parte de mi gestación se desarrolló en el contexto de la pugna intra-conservadora entre Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez. Mis padres vivieron el fragor de la violencia y en ese contexto criaron a mis hermanos mayores. La violencia influyó en mi crianza. A principio de los años sesenta, un grupo religioso esotérico visitó Condoto, mi pueblo, y proclamó la inminencia del fin del mundo, lo cual llenó de pánico a mi impresionable madre, quien no ocultó ante sus hijos su angustia y miedo durante semanas.
Los liberales de los Llanos Orientales, para defenderse de la violencia conservadora, crearon las guerrillas liberales, las cuales degeneraron en lo que por ese entonces se denominó la “Chusma”. La década de los años sesenta se caracterizó, por lo menos en Condoto, por un miedo patológico a la “Chusma”: los alias de Tiro Fijo, Chispas, Sangre Negra, Guadalupe Salcedo, Desquite, Tarzán, Capitán Veneno, Capitán Venganza, Alma Negra, etc. producían verdadero pánico, incluso se tejió una especie de mito en torno a Fidel Castro. Se decía que el día que mataran a Fidel Castro se acabaría el mundo. Así que se generó una profunda contradicción en torno a Fidel: algunos rezaban para que Fidel muriera, y otros rezaban para que Fidel no fuera asesinado jamás. La razón de la inclusión de Fidel Castro en ese contexto se debía a que fue asociado con la “Chusma”, y se creía que él era una especie de jefe, a la distancia, de los chusmeros.
Pertenezco al departamento más pobre de Colombia y soy miembro de una raza discriminada históricamente.
Mi padre se separó de mi madre, y quedamos en una especie de indefensión y sumidos en la pobreza.
Cuando estudiaba el bachillerato, un grupo de estudiantes creamos una tertulia estudiantil. Allí nos pusimos la tarea de leer y llevar una especie de reporte de lo que habíamos leído, otra actividad que realizamos era ir al diccionario de la lengua española y aprender por lo menos una palabra nueva cada semana y llevarla a la tertulia. Esas reuniones me exigieron enriquecer mi vocabulario. Creo que Dios estaba utilizando ese medio para lo que me llevaría a hacer varias décadas después.
Mis amigos y condiscípulos éramos unos soñadores. Dada la condición de marginalidad en que se encontraba nuestro pueblo, estábamos convencidos de que nuestra misión era transformar al Chocó, por esa razón creamos una organización que se llamó OJEPROCH, Organización Juvenil para el Desarrollo del Chocó. Por supuesto que fracasamos, pero la idea de trabajar por el desarrollo social quedó impresa en mi alma. Esa idea más tarde se combinaría con mi formación teológica y filosófica.
La situación de pobreza en la que me levanté fue utilizada por el Señor para hacerme sensible frente a la pobreza, el dolor y el sufrimiento de los demás. Esto arrojaría sus frutos a su debido tiempo.
Si se observa el contexto en que me levanté, se comprenderá que había diversos tipos de males: desestabilidad política, temor patológico provocado por elementos religiosos, temor provocado por alteración del orden público, pobreza extrema y abandono paterno, pero también había cosas muy positivas. En este contexto me levanté. Pero precisamente Dios preparó ese contexto, junto con mi anhelo de superación y con los sueños que me han caracterizado, para formar el hombre que soy yo. Dios utilizó esas circunstancias, unidas a su Palabra y bajo la dirección de su Espíritu Santo para dar como producto el hombre que soy.
Ese es mi contexto global. Sin ese contexto no sería lo que soy hoy. En ese contexto se pueden evidenciar terribles males. Si esos males no hubieran estado presentes yo no hubiera sido preparado adecuadamente para afrontar la realidad que me tocó vivir y para superarla en lo que a mí respecta. Creo que en mi caso personal y en el de muchos otros se aplican las palabras de Leibniz “el mal sirve muchas veces para gozar más del bien, y en ocasiones contribuye a que alcance mayor perfección el que lo padece, al modo que el grano que se siembra experimenta una especie de corrupción para germinar”.[45]

Y como mi ejemplo personal, cada individuo ha sido forjado en un determinado contexto, caracterizado por terribles males sin los cuales, ningún individuo sería lo que es hoy, como lo expresó Leibniz “sabemos que un mal causa un bien que no habría tenido lugar sin este mal. Hasta sucede con frecuencia que dos males constituyen un gran bien”.[46]
Luego, ¿es terrible el mal? Claro que sí. ¿Es injusto el mal? Claro que sí. ¿Es teleológico el mal? Claro que sí. De manera soberana, Dios permite que el mal sea un factor contribuyente de la superación de un individuo, familia, comunidad y nación. A pesar de esta verdad, el mal tendrá que desaparecer en los tiempos escatológicos. Mientras tanto, nos tocará hacer los afrontamientos necesarios para dominarlo y superarlo.
Conclusión
El autor de la Monadología presentó una interesante división del mal, la cual ayuda a entender mejor el fenómeno del cual se ha hablado en este artículo:
El mal puede ser metafísico, físico y moral. El mal metafísico consiste en la simple imperfección, el mal físico en el padecimiento, y el mal moral en el pecado. Ahora bien; aunque el mal físico y el mal moral no sean necesarios, basta con que, por virtud de las verdades eternas, sean posibles. Y como esta región inmensa de las verdades contiene todas las posibilidades, es preciso que haya una infinidad de mundos posibles, que el mal entre en muchos de ellos, y que hasta en el mejor se encuentre también; y esto es lo que ha determinado a Dios a permitir el mal.[47]

Con esta declaración, Leibniz justifica la presencia del mal en el mundo y muestra su indispensabilidad en nuestro mundo. No obstante, reconocemos que el mal es adversus hominis, que sojuzga al hombre y obtura las posibilidades de la plena realización del hombre en el cosmos, si bien contribuye, paradójicamente, en la cualificación del ser de cada individuo.
El hombre en su afán por comprender el mal, de ubicar su origen y de darle una explicación que coadyuve en la superación del mismo, ha ubicado su origen en los dioses (mitopoiesis), en la libertad del hombre (humanismo), en lo demoníaco (Génesis), etc. Sin embargo, Dios utiliza el mal para vehicular sus propósitos eternos (cf. Rom 8:28). La Biblia ubica la derrota del mal en la cruz, pero su exterminio total se dará en los tiempos escatológicos, y será erradicado finalmente del cosmos en la consumación de la historia. Este mundo fue sujetado a vanidad, pero también fue sujetado en esperanza, liberación esta que se realizará en el escatón.
El mal ejerce un poder coercitivo en el hombre de tal manera que mientras más quiere librarse de él, más se esclaviza, tal como lo expresó Theilard de Chardin “Sí, cuanto más hombre se hace el hombre, más se incrusta y se agrava –en su carne, en sus nervios, en su espíritu-, el problema del Mal: del Mal por comprender y del Mal por sufrir”.[48]  Solo la cruz puede liberar al hombre del poder opresor y denigrante del mal.
Debemos reconocer que el mal es teleológico y misional; teleología y misión están otorgadas por Dios para cumplir su propósito eterno. Paradójicamente, el mal pretende obstruir la realización de los decretos y propósitos de Dios, pero finalmente contribuye a la realización plena de los mismos.
Dios sea glorificado.

Bibliografía
Arendt, Hannah. De la Historia a la Acción. Trad. de Fina Birulés. Barcelona: Paidós, 1995.
Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito. Trad. de Luisa Josefina Hernández. México: Fondo de Cultura Económica, 1972.
Campbell, Joseph. Las máscaras de Dios: mitología primitiva. Madrid: Alianza Editorial, 1991.
Campbell, Joseph. El poder del mito. Barcelona: Emecé Editores, 1991.
Detienne, Marcel y Jean-Pierre Vernant. Las artimañas de la inteligencia. Trad. de Antonio Piñero. Madrid: Taurus, 1988.
Eizaguirre, Imanol. Mitología Documentation, 2012. https://media.readthedocs.org/pdf/mitologias/latest/mitologias.pdf.
Fernández Rañada, Antonio. Los científicos y Dios. Madrid: Editorial Trotta, S.A. 2008.
Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Vol 3. Barcelona: Editorial Ariel, S.A., 1998.
Gáfaro Reyes, Alejandra. Mitos clásicos: dioses, hechos y héroes de la mitología griega. Bogotá: Intermedio Editores, 2002.
Gesché, Adolphe. El Mal: Dios para pensar. Trad. de Alfonso Ortiz. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002.
Gispert, Carlos, ed. Atlas Universal de Filosofía: Manual didáctico de autores, textos, escuelas y conceptos filosóficos. Barcelona, España: Grupo Océano, 2004.
Harrison, E.F. Diccionario de teología. Trad. de Humberto Casanova. Grand Rapids, MI: Libros Desafíos, 2002.
Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. Trad. de José Gaos. México: F.C.E., 1993.
Hesíodo, “Los trabajos y los días”. En La Teogonía, el Escudo de Heracles y los Trabajos y los Días. Trad. de Leconte de Lisle. Valencia, España: Prometeo.
Leibniz, Godofredo G. Teodicea; ensayos sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal. Primera parte: sobre la bondad de dios, la libertad del hombre, y el origen del mal. § 4.
Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiche de Guatemala. 8ª. ed. Bogotá: Editorial Panamericana, 1999.
Pritchard, James B. la sabiduría del Antiguo Oriente. Trad. de J.A.G. Larraya. Barcelona, España: Gárriga, 1966.
Real Academia Española, Diccionario de la Real Academia Española. 22.a ed. Vol, II. Madrid, España: Real Academia Española, 2001.
Sequeiros, Leandro y Manuel Medina Casado. “Teilhard de Chardin ante la prueba del sufrimiento humano”. Revista Electrónica de Ciencia, Tecnología, Sociedad y Cultura, 24 de mayo de 2017. http://www.tendencias21.net/Teilhard-de-Chardin-ante-la-prueba-del-sufrimiento-humano_a13454.html.

[1] Cf. Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. de José Gaos (México: F.C.E., 1993), 65.
[2] Cf. Heidegger, El ser y el tiempo, 179-186.
[3] Heidegger, El ser y el tiempo, 179.
[4] Creador de mito.
[5] Alejandra Gáfaro Reyes, Mitos clásicos: dioses, hechos y héroes de la mitología griega (Bogotá: Intermedio Editores, 2002), 16.
[6] Joseph Campbell, El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, trad. de Luisa Josefina Hernández (México: Fondo de Cultura Económica, 1972), 19.
[7] Joseph Campbell, Las máscaras de Dios: mitología primitiva (Madrid: Alianza Editorial, 1991), 19.
[8] José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, vol. 3 (Barcelona: Editorial Ariel, S.A., 1998), 2422.
[9] E.F. Harrison, Diccionario de teología, trad. de Humberto Casanova (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafíos, 2002), 401.
[10] Harrison, Diccionario de teología, 401.
[11] Por “erótica” quiero identificar lo que se ha denominado imaginación creadora. El triángulo epistemológico alude a las tres áreas que conformaban la base de la investigación filosófica: Dios, mundo y hombre.
[12] Metis está referida a prudencia, discreción, designio, proyecto, astucia, ingenio como genio mitopoiético. Marcel Detienne y Jean-Pierre Vernant, Las artimañas de la inteligencia, trad. de Antonio Piñero (Madrid: Taurus, 1988), 17.
[13] Detienne y Vernant, Las artimañas de la inteligencia, 17.
[14] Antonio Fernández Rañada, Los científicos y Dios (Madrid: Editorial Trotta, S.A. 2008), 131.
[15] Mora, Diccionario de filosofía, 2422.
[16] Carlos Gispert, ed., Atlas Universal de Filosofía: Manual didáctico de autores, textos, escuelas y conceptos filosóficos (Barcelona: Grupo Océano, 2004), 6.
[17] Real Academia Española, Diccionario de la Real Academia Española, 22.a ed, vol, II (Madrid, España: Real Academia Española, 2001), 1516.
[18] Campbell, El héroe, 10.
[19] Joseph Campbell, El poder del mito (Barcelona: Emecé Editores, 1991), 75.
[20] Campbell, El poder del mito, 40.
[21] Imanol Eizaguirre, Mitología nórdica Documentation, (2012), 4-5.
[22] James B Pritchard, La sabiduría del Antiguo Oriente, trad. de J.A.G. Larraya (Barcelona: Gárriga, 1966),
[23] Pritchard, La sabiduría del Antiguo Oriente, 44.
[24] Pritchard, La sabiduría del Antiguo Oriente, 45. Esagila, templo de Babilonia, dedicado a Marduk, ubicado al sur de la Torre de Babel. Se cree que era el hogar de los dioses, de acuerdo con el Enuma Elish.
[25] Hesíodo, “Los trabajos y los días”, en La teogonía, el escudo de Heracles y los trabajos y los días, trad. de Leconte de Lisle (Valencia, España: Prometeo), 77-78.
[26] Hesíodo, “Los trabajos y los días”, 78.
[27] Hannah Arendt, De la historia a la acción, trad. de Fina Birulés (Barcelona, España: Paidós, 1995), 31.
[28] Este nombre viene de dos vocablos griegos pán y dorea. Hesíodo le da el nombre de Pandora debido a que ella recibió dones de muchos dioses.
[29] Hefesto era el dios regente del fuego en la tierra y protector de los herreros. Era hijo de Zeus y de Hera, fue expulsado del Olimpo, por lo que estableció su fragua en la isla de Lemnos. Los romanos lo denominaron Vulcano.
[30] Hesíodo, “Los trabajos y los días”, 78.
[31] Hesíodo, “Los trabajos y los días”, 77.
[32] Popol Vuh, Las antiguas historias del Quiche de Guatemala, 8.a ed. (Bogotá: Panamericana, 1999), 14.
[33] Popol Vuh, Las antiguas historias, 14.
[34] Popol Vuh, Las antiguas historias, 14.
[35] Popol Vuh, Las antiguas historias, 19.
[36] Popol Vuh, Las antiguas historias, 19.
[37] Popol Vuh, Las antiguas historias, 20-23.
[38] Adolphe Gesché, El Mal: Dios para pensar, trad. de Alfonso Ortiz (Salamanca, España: Sígueme, 2002), 53.
[39] Gesché, El Mal: Dios para pensar, 55.
[40] El vocablo hebreo arum significa astuto, prudente y listo. En cambio, la LXX le concede la cualidad de frónimos. Este vocablo significa prudente, sabio y precavido. Su astucia y prudencia malsana se evidenció en la forma como se acercó a la mujer para seducirla.
[41] Leandro Sequeiros y Manuel Medina Casado, “Teilhard de Chardin ante la prueba del sufrimiento humano”, Revista Electrónica de Ciencia, Tecnología, Sociedad y Cultura, 24 de mayo de 2017, http://www.tendencias21.net/Teilhard-de-Chardin-ante-la-prueba-del-sufrimiento-humano_a13454.html.
[42] Gesché, El mal: Dios para pensar, 20.
[43] Godofredo G. Leibniz, Teodicea; ensayos sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal. Primera parte: sobre la bondad de dios, la libertad del hombre, y el origen del mal, § 4.
[44] Gesché, El mal: Dios para pensar, 51.
[45] Leibnitz, Teodicea, § 23.
[46] Leibnitz, Teodicea, § 10.
[47] Leibnitz, Teodicea, § 21.
[48] Sequeiros y Medina, “Teilhard de Chardin”.

[la_block id="653"]

Escribe lo que deseas buscar...

Shopping Cart
¿Necesitas ayuda?