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Tercera conferencia: El pueblo de Dios en la Epístola a los Hebreos

Dana M. Harris, Ph.D.

Seminario:
El reposo prometido en Hebreos y su relación con la tierra prometida

Obtuvo su doctorado en Nuevo Testamento del Trinity Evangelical Divinity School en Illinois, Estados Unidos, donde ahora es profesora, con la disertación “La apropiación del tema de la herencia en el Antiguo Testamento por el autor del libro de Hebreos”. Sus otros intereses académicos incluyen Apocalipsis, idioma griego, lingüística, hermenéutica, literatura del segundo templo y arqueología.

En calidad de profesora extranjera invitada, presentó el seminario “El reposo prometido ayer, hoy y para siempre en la epístola a los Hebreos” en la FUSBC, del 3 al 6 de abril de 2018. Ventana Teológica publica la transcripción de sus conferencias. En este número se publica su tercera conferencia “El pueblo de Dios en la epístola a los Hebreos”. Por ser transcripción de conferencia, estos textos no tienen citas ni resumen.

Introducción

Hebreos usa un lenguaje de familia para describir al pueblo de Dios. Por ejemplo, los creyentes son descritos como hijos e hijas, o hermanos y hermanas; también son llamados herederos, porque son los descendientes de Abraham. En esta sesión, veremos la presentación de hijos e hijas, hermanos y hermanas, en Hebreos 2, y el enfoque en la promesa en Hebreos 6, con un comentario breve sobre los que heredan la salvación en Hebreos 1. Luego veremos dos ejemplos negativos en cuanto a la pertenencia al pueblo de Dios; la generación del desierto en Hebreos 3 y Esaú en Hebreos 12. Finalmente veremos los ejemplos positivos que Hebreos presenta de individuos fieles en Hebreos 11 y 12.

Hijos e hijas –Hebreos 2:10-18

La tesis de este pasaje es extraordinaria: el creador de todas las cosas consideró conveniente llevar a su pueblo a la gloria a través del sufrimiento de su Hijo, Jesús. Comentaremos más acerca del sufrimiento y la perfección de Jesús en la próxima sesión, en la que también veremos el uso del Salmo 8 para destacar las intenciones de Dios a favor de la humanidad y cómo Jesús logra esos propósitos. Estas dos sesiones, entonces, están muy entrelazadas.

Comenzamos con un repaso breve de Heb 2:10-18. Los versículos 11-13 presentan la solidaridad entre los hijos e hijas con el Hijo. Los versículos 14-15 explican por qué Jesús se encarnó –para liberar a los hijos e hijas. Los versículos 17-18 concluyen que gracias a su encarnación, Jesús se ha convertido en nuestro sumo sacerdote. Ello nos ayuda a observar que el versículo 10 cierra la discusión de Heb 2:5-9, al explicar que lo que Dios hizo en Cristo era conveniente, pero ese versículo también anticipa los versículos 17-18 que explican la necesidad y lo apropiado de la encarnación de Jesús; lo cual le permiten ser nuestro sumo sacerdote.

En el versículo 10, el autor señala un contraste entre el Hijo y los hijos, pero está claro que tanto los hijos como las hijas están en la mira, tal como lo aclara la referencia a hijos en el versículo 13. El Hijo es presentado como el guía de los hijos e hijas a la gloria. La palabra griega que se usa aquí [ἀρχηγός] tiene la idea de un pionero —alguien que ha ido antes. Aquí el Hijo guía a los hijos e hijas al lugar donde él ya está.

Las imágenes aquí recuerdan el Éxodo. Así como Dios condujo al pueblo en su salida de Egipto a la tierra prometida, así también el Hijo conduce a los hijos e hijas en su salida de la esclavitud a la gloria. De manera que entrar en la gloria constituye un paralelo con el descanso prometido y recuerda la referencia en Heb 1:14 a heredar la salvación. Todas estas imágenes convergen en la idea de la herencia eterna en Hebreos.

La imagen de los creyentes que comparten la gloria escatológica de Cristo no es exclusiva de Hebreos, sino que es un tema común en las cartas de Pablo. Romanos 8:18 dice que nuestro sufrimiento actual no se puede comparar con nuestra gloria futura. Primera de Corintios 15:43 registra la esperanza de nuestra resurrección corporal en gloria. Filipenses 3:21 también habla de que nuestros cuerpos terrenales son transformados en cuerpos gloriosos de resurrección. Y finalmente, Colosenses 3:4 dice que nosotros estamos escondidos en Cristo y que un día apareceremos con él en gloria.

Hebreos 2:11 desarrolla imágenes de familia. El Hijo, Jesús, es el que santifica a una persona, es decir, la hace santa. Los hijos e hijas son los que son santificados o hechos santos. De manera notable, tanto el Hijo como los hijos e hijas son de la misma familia y comparten la misma naturaleza. Esta afirmación sugiere que Jesús es completamente humano. Pero, a diferencia de los hijos e hijas, solo Jesús es también completamente Dios. Quizás aun más notable es el hecho de que Jesús no se avergüenza de llamar hermanos y hermanas a los que ha hecho santos. Otros lugares en el Nuevo Testamento donde los creyentes son descritos como hermanos y hermanas de Jesús son Mr 3: 34-35, Jn 20:17, Ro 8:11-16, 29, Gá 3:26 y 4:5-7.

En la sociedad grecorromana, el honor y la vergüenza eran muy importantes. Aquellos de un estatus social más alto tenían más honor. Con frecuencia, el honor y la vergüenza se entendían comunalmente. Si un miembro de una familia recibía honor por una acción, ese honor se extendía a toda la familia. De modo similar, si un miembro de la familia hacía algo vergonzoso, entonces toda la familia experimentaba vergüenza. Debido a la posición exaltada de Jesús, queda claro que todo honor está asociado con él. Pero es probable que los destinatarios de Hebreos experimentaban mucha vergüenza y desprecio en su comunidad por su compromiso con Cristo. La afirmación de que el Cristo resucitado no se avergüenza de llamarlos sus hermanos y hermanas debió haber sido tremendamente alentadora. ¡Lo mismo es cierto para nosotros hoy! La afirmación en este versículo también anticipa la de Heb 11:16: “Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios”.

También es probable que este versículo (Heb 2:11) aluda a los propios dichos de Jesús registrados en Marcos 8:38, “si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará de ellos cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”. Este versículo alienta a los creyentes con la afirmación de que no seremos avergonzados por nuestra fe en Jesús. La opinión de quienes nos rodean no se compara con la opinión de Jesús, que no se avergüenza de llamarnos hermanos y hermanas.

En los siguientes dos versículos (Heb 2:12-13), tenemos tres citas del Antiguo Testamento que amplían esta idea de la solidaridad de Jesús con aquellos a quienes ha hecho santos. La primera cita es del Salmo 22:22. Probablemente estamos más familiarizados con la primera parte de este salmo porque Jesús lo citó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Ese versículo solo se cita aquí en Hebreos. En esta parte del salmo, el salmista pasa del lamento y la súplica a la alabanza y la acción de gracias por la vindicación de Dios después de su sufrimiento y aflicción. El salmista declara que él cantará las alabanzas de Dios a sus hermanos y hermanas. El autor de Hebreos puso estas palabras en los labios de Jesús para subrayar la humanidad de Jesús y su solidaridad con los hijos e hijas. La referencia a estar en presencia de la congregación probablemente alude al tiempo de Jesús en la tierra durante su encarnación. El hecho de que el autor de Hebreos pueda poner las palabras del salmo en los labios de Jesús es otra evidencia de que el autor entiende que las palabras de Dios siguen hablando incluso después de haber sido escritas originalmente.

La segunda cita del Antiguo Testamento es Heb 2:13. La fuente exacta es incierta, pero lo más probable es que provenga de Isaías 8:17. En el contexto original, Isaías expresa su confianza en Dios a pesar de la oposición y la inminente opresión por parte de los asirios. Como Jesús, Isaías sufrió y fue rechazado por el pueblo, pero su fe en Dios nunca flaqueó. La cita aquí indica que este mismo tipo de fe se requiere de parte de todos los hijos de Dios, siendo Jesús el perfecto ejemplo. Observe que en el pasaje de Isaías 8:17, Isaías es el que habla, pero el autor de Hebreos toma las palabras de Isaías y las pone en boca de Jesús. Esto indica, otra vez, que el autor de Hebreos entiende que las palabras de Dios todavía hablan, y nos trae a la memoria los primeros versículos de Hebreos donde Jesús se presenta como la palabra culminante y completa de Dios.

La tercera y última cita del Antiguo Testamento proviene de Is 8:18. En el contexto original, la referencia es a los hijos de Isaías, Maher-shalal-hash-baz que significa “veloz es el botín, rápida la presa” (Is 8: 1-2), y Sear-jasub, que significa “un remanente volverá” (Is 7:13). Estos nombres apuntan a la esperanza de Isaías de que estos hijos serían señales a Israel de la fidelidad de Dios. De igual modo, los hijos de Dios, como hermanos y hermanas de Cristo, le son dados a Cristo en la comunidad de fe, quizás también como signos de la fidelidad de Dios. Este es el único lugar donde los creyentes son llamados los hijos de Cristo en la Biblia, pero la idea es realmente una extensión de que los creyentes son hijos de Dios.

Habiendo establecido la solidaridad entre el Hijo y los hijos e hijas, el autor describe lo que Jesús logró a través de esta solidaridad, que se describe en términos de compartir su carne y sangre, en los versículos 14-15. La referencia a la carne aquí no sugiere algo pecaminoso, sino lo físico del ser humano. Hay algunas referencias adicionales en el Nuevo Testamento a la humanidad que Jesús asume (ver Jn 1:14, Ro 8:3, Gá 4:4-5, Fil 2:7). El lenguaje de “compartir en” también se usa más adelante en Heb 3:1, 14 para indicar que los creyentes participan de un llamado celestial.

El punto clave de estos versículos es que, debido a que Jesús comparte la carne y la sangre de los hijos, él puede destruir el poder del que ha esclavizado a los hijos con el temor a la muerte. Desde el principio, si regresamos al jardín y a Génesis 3, el diablo ha ganado el control de los humanos a través del engaño. Los seres humanos fueron creados para ejercer mayordomía en la creación de Dios, en vez de eso se convirtieron en esclavos del pecado. En la siguiente sección hablaremos más acerca de cómo Jesús restaura los propósitos de Dios para los hijos. La victoria de Jesús sobre el diablo se indica claramente en el resto del Nuevo Testamento. (Mr 3:20-29; Mt 12:26; Lc 10:18; 11:17-23; cf. Jn 12:31-32; 14:30-31; note 1Jn 3:8; 1Co 5:5; 15:24-26; Col 2:14-15; 2 Ti 1:10; Ap 12:7-8; 20: 1-3, 10). Sobre la obra de Cristo que otorga la libertad, véase Jn 8:36; Ro 6:18, 6:22, 8:2, Gá 5:1; sobre la esclavitud de la humanidad al temor, véase Gá 4:24, Ro 8:15).

Estos versículos (Heb 2:14-15) continúan la alusión al Éxodo, o tipología de Éxodo, que aquí se aplica para liberar del temor a la muerte, en lugar de ser sacados de Egipto. En ocasiones, este tema de Cristo que conquista al diablo se llama Christus Victor. Continúa la descripción que el Antiguo Testamento hace de Dios como guerrero, por ejemplo, en Is 42:13 y 49:24-26. Note que la derrota del diablo y la liberación van de la mano. Esto es similar a Col 1:12-13 que dice que los creyentes son rescatados del dominio de la oscuridad y trasladados al reino del Hijo amado.

El versículo 16 ofrece un comentario final sobre el estatus de familia de los creyentes. El verbo utilizado aquí es el mismo usado en Heb 8:9 que describe cómo Dios tomó de las manos a los israelitas para sacarlos de Egipto, en una cita de Jeremías 31. La idea clave de ayudar que anticipa la ayuda que nos dará nuestro sumo sacerdote, Jesús, es el enfoque de la parte final de este pasaje en Hebreos 2.

La referencia a los ángeles aquí podría parecer fuera de lugar pero retoma la mención de los ángeles en Hebreos 1 que muestra que los ángeles son siervos de Dios. Este versículo en Hebreos 2 indica que los descendientes de Abraham, entendidos más ampliamente como humanidad redimida, y no los ángeles, son los objetos de la obra de liberación de Dios.

La referencia a Abraham también pone la obra de Jesús, de rescatar y liberar, en el contexto del pacto abrahámico. Esta es otra forma en Hebreos para indicar que Jesús cumple todos los propósitos de Dios que se expresaron con varias promesas a lo largo del Antiguo Testamento. En estos versículos se sugiere un paralelo entre Jesús y los hijos e hijas, por un lado, y Dios e Israel, por el otro. Así como Dios guió a su pueblo en su salida de Egipto, también Jesús guía a sus hermanos a la libertad. De manera que quienes son guiados por Cristo son los verdaderos herederos de Abraham.

Es probable que este versículo aluda a Is 41:8-10 que también describe la ayuda de Dios a los descendientes, o simiente, de Abraham. En el pasaje de Isaías, la simiente de Abraham claramente se refiere al pueblo de Israel, pero aquí en Hebreos la expresión se aplica, por lo general, a los creyentes. La expresión “simiente de Abraham” también se aplica a los creyentes en otras partes del Nuevo Testamento, como es el caso de Jn 8:33-37; Hch 3:25; Ro 4:13, 16; 9:7; 11:1; 2Co 11:22; Gá 3:16, 29. De manera que la expresión “los descendientes o la simiente de Abraham” ofrece un vínculo claro entre la obra de Jesús y las promesas abrahámicas. Esta es también una clara indicación de que los seguidores de Jesús, y no los descendientes físicos de Abraham, son los herederos legítimos de las promesas de Dios, que comentaremos más adelante.

Nuestro pasaje comenzó con la obra de Dios en el Hijo a favor de los hijos e hijas, pero cambió a la obra de Jesús a favor de sus hermanos y hermanas, lo cual se encuentra también en los versículos 17 y 18. La introducción de Jesús como nuestro sumo sacerdote es abrupta, pero a ello se aludió en la introducción (Heb 1:3) y anticipa lo que se desarrollará en Hebreos. También puede indicar que esta idea ya era familiar para los lectores.

Herederos de la promesa –Hebreos 6:9-20

Como hemos visto, una descripción clave del pueblo de Dios en Hebreos es la apropiación del lenguaje de familia, como hijo/hija, o hermano/hermana. Otro término que también es lenguaje de familia es el de heredero de un patrimonio. Esto ya fue sugerido en Hebreos 1:14 que pregunta: “¿No son todos los ángeles espíritus ministradores para servir a los que heredarán la salvación?” La pregunta es retórica porque Hebreos 1 ya estableció el papel de los ángeles como siervos de Dios, que comentaremos en la próxima sesión.

La idea de una herencia, incluido el heredero, es un tema importante en Hebreos, que analizaremos posteriormente. Hebreos 1 establece a Jesús como el legítimo heredero de todas las cosas, por lo que el uso del lenguaje de herencia en Heb 1:14 retoma la discusión previa de Jesús como el heredero y aplica este lenguaje a los creyentes. ¡Esto es extraordinario! Porque él es heredero, nosotros somos herederos. Su herencia llega a ser nuestra herencia. ¡Podríamos pasar horas pensando solo en esta verdad!

A primera vista, la orientación futura de la salvación puede parecer preocupante, aunque esta perspectiva futura también se ve en 1 Pedro (1:5, 9; 2:2). Hablaremos más sobre esto cuando analicemos los pasajes de advertencia en Hebreos. Por ahora es importante entender que Hebreos presenta la salvación como un proceso que comienza con la conversión y culmina con nuestra llegada a la gloria en la Jerusalén celestial. De manera que hay aspectos presentes y futuros de la salvación. En el contexto inmediato de Hebreos 1, en cuanto a que los creyentes están “a punto de heredar la salvación”, se corresponden con el tiempo futuro cuando el Hijo, que es el heredero de todas las cosas, tendrá plena posesión de su herencia en el siglo venidero.

La imagen de los creyentes como herederos de las promesas se desarrolla de manera mucho más completa en Heb 6:9-20. El versículo 9 sigue justo después de una de las advertencias más fuertes en Hebreos, por lo que el autor comienza esta nueva sección con la certezas que él tiene acerca de la condición espiritual de sus lectores. Note el tierno discurso de “amados”. El autor les recuerda que Dios no olvidará el amor que este grupo le ha demostrado al Señor y a los otros creyentes. Trabajaremos los versículos 9-12 de manera más completa con relación a los pasajes de advertencia, más adelante, pero el punto clave para la discusión presente es la referencia a heredar las promesas que se hace en el versículo 12.

Esto retoma el lenguaje de promesa que se usa en Hebreos 4 con respecto al descanso prometido y la alusión a las promesas abrahámicas. Abraham ahora se convierte en el centro de atención del pasaje en estudio (Heb 6:13-20), el cual incorpora un lenguaje de herencia a la idea de promesa. En Hebreos, así como en otras partes de la Biblia, Abraham es presentado como el ejemplo supremo de fe perseverante (Gn 15:6, Ro 4:9, 22, Gá 3:6, Stg 2:23). Esto es particularmente cierto en Hebreos 11 que consideraremos más adelante en esta sesión.

Como mencioné antes, las promesas abrahámicas son esenciales para entender el libro de Hebreos, ¡y, en realidad, la mayor parte de la Biblia! Dichas promesas forman la estructura subyacente que une el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Por ello, es oportuno hacer un resumen breve de estas promesas.

Dios primero le da una promesa a Abrán, como se le llama entonces, en Gn 12:1-9. Dios promete que hará de Abraham una gran nación y una bendición para todas las familias de la tierra. Después de que Abraham salió de Harán y entró en la tierra de Canaán, Dios le prometió que le daría descendientes y la tierra a la que él había llegado. Es significativo que la promesa está dirigida a los descendientes de Abraham (aún inexistentes). A lo largo del relato de Abraham en Génesis 12-25, hay tres aspectos de la promesa de Dios a Abraham que se revelan progresivamente: descendientes, tierra y una relación de pacto con Dios.

Ahora, de manera breve, repasaremos la trayectoria del desarrollo de esta promesa en Génesis. Cada vez que aparece una amenaza a la promesa, Dios reitera la promesa, a menudo arrojando mayor claridad o haciendo nuevas afirmaciones. Por ejemplo, Abraham pudo haber pensado que su sobrino, Lot, sería su heredero. Pero cuando Abraham y Lot se separaron, ello parecía amenazar el cumplimiento de la promesa. Dios entonces reiteró la promesa en cuanto a la tierra y amplió sus fronteras según registra Gn 13:14-18. En Génesis 15, Abraham pensó que su sirviente, Eliezer, sería su heredero. Dios dejó muy en claro que el heredero de Abraham vendría de su propio cuerpo. Una vez más, Dios reiteró la promesa de la tierra y especificó aun más sus límites, de acuerdo al relato de Gn 15:1-21. Luego, Abraham, con la ayuda de su esposa Sara, pensó que su heredero sería Ismael, el hijo que le nació a través de Agar, la sierva de Sara. Dios entonces le recuerda a Abraham que su heredero vendría de su propio cuerpo y de su esposa, Sara. Además, Dios reiteró la promesa y la confirmó con un pacto, como se lee en Génesis 17. Génesis 21 registra el nacimiento, largamente esperado, de Isaac. Esta es la razón por la que Heb 6:15 dice que Abraham perseveró y recibió la promesa. Cuando Abraham salió de Harán (según lo registrado en Génesis 12), Abraham tenía alrededor de 75 años de edad. Al momento del nacimiento de Isaac, Abraham tenía casi 100 años de edad. ¡No es extraño entonces que Abraham sea un modelo de fe perseverante!

Finalmente llegamos a Génesis 22, el pasaje que se cita en Hebreos 6. El mandamiento de Dios de ofrecer a Isaac como un sacrificio representaba la mayor amenaza para la promesa, porque si Isaac hubiera muerto, no habría heredero. Sin embargo, habiendo visto la fidelidad de Abraham en su voluntad de ofrecer a su hijo, el Señor proveyó el cordero para el sacrificio e Isaac fue puesto a salvo. Dios entonces reiteró su promesa una vez más en Gn 22:15-18, y, de manera significativa, se agregó un juramento divino a la promesa.

El autor de Hebreos se basa específicamente en el relato de Génesis 22 y la promesa de descendientes en la discusión en Hebreos 6. En el mundo antiguo, uno podía garantizar la validez de un juramento al hacerlo por alguien que tenía un estatus o rango superior. ¡Pero no hay nadie más grande que Dios! Entonces Dios tuvo que jurar por sí mismo, como aparece registrado en el versículo 13. En Heb 6:14, el autor cita explícitamente Gn 22:17: “Te bendeciré y te daré muchos descendientes”. El autor de Hebreos declara, a renglón seguido, que Abraham, en efecto, recibió la promesa. Sin embargo, en Hebreos 11, el autor dirá que Abraham no recibió la promesa. ¡Parece pues que tenemos aquí una contradicción! La clave para resolver esto es entender que en Hebreos 6, el autor se centra en la promesa de los descendientes. Y, con el nacimiento de Isaac, Abraham efectivamente recibió esta promesa. En Hebreos 11, por otra parte, con el enfoque en la promesa de la tierra, el autor de Hebreos aclara que Abraham no recibió el cumplimiento de dicha promesa. Por cierto, en caso que usted tenga curiosidad sobre esto, hay otras referencias al juramento de Dios por sí mismo en el Antiguo Testamento, como Éx 32:13, Is 45:23 y Jer 22:5.

Hebreos 6:16 continúa la idea de jurar por alguien con un estatus social más elevado como medio para resolver una disputa. A esto se alude en el v. 13, pero aquí el autor reitera este punto en anticipación a su discusión sobre el juramento de Dios. Hacer un juramento significaba que una promesa no podía ser anulada. En el Antiguo Testamento, las personas a menudo juraban por Dios, como por ejemplo en Gn 14:22 (ver también Gn 21:23-24; 24:3, Dt 6:13, 10:20, Jos 9:19-20, 1S 30:15). Con estos juramentos se le pedía a Dios castigar a quienes violaran el juramento. El argumento en Hebreos aquí va de menor a mayor. Dado que es cierto que las personas hacen un juramento por alguien mayor para garantizar que el compromiso sea vinculante, ¿cuánto más es esto cierto con relación a Dios? De hecho, solo él puede jurar por sí mismo ya que no hay nadie más grande que él. ¡Pero necesitamos detenernos para considerar esto! ¡Es absolutamente asombroso que Dios mismo hiciera un juramento ya que, para comenzar, su promesa era suficiente! Nm 23:19 (ver 1S 15:29) nos dice que Dios no puede mentir, entonces, ¿por qué añadió Dios un juramento a su promesa?

Hebreos 6:17 responde esta pregunta. Dios deseaba mostrar la inmutabilidad de sus propósitos para beneficio de los herederos de Abraham. El juramento mostró que los propósitos de Dios no cambiarían, aun mucho tiempo después de que Abraham había muerto. El juramento dejó esto en claro a los herederos de Abraham. En el contexto de Génesis 22, esto se refería, de manera inmediata, a Isaac y luego a Jacob, y así sucesivamente. Pero el autor de Hebreos no estaba escribiendo a los descendientes físicos de Abraham. Aunque gran parte de su público era probablemente judío, ese hecho por sí solo, no aseguraba que fueran descendientes de Abraham. Sabemos eso al examinar cuidadosamente el libro de Génesis. Abraham tuvo dos hijos, Ismael e Isaac. Pero Ismael no nació como resultado de confiar que Dios cumpliría su promesa. De hecho, su nacimiento representó todo lo contrario. Él nació porque Abraham y Sara idearon su propio plan de lo que ellos pensaban sobre cómo se cumpliría la promesa de Dios. El resultado fue un descendiente de Abraham, pero Ismael no era el heredero de las promesas de Dios a Abraham. No obstante, Isaac nació cuando Abraham y Sara confiaron en Dios para hacer algo que era completamente imposible, si hablamos en términos humanos. Ro 4:19 dice que tanto el cuerpo de Abraham como el de Sara estaban como muertos. Esto nos indica entonces que la descendencia física, por sí sola, no lo hace a uno un heredero de Abraham. En Gálatas 4, Pablo se refiere a este mismo punto. Los verdaderos descendientes de Abraham son aquellos que han nacido, a través del Espíritu, conforme a la promesa, no meramente a través de medios físicos.

En Heb 6:18, el autor destaca aun más la confiabilidad e inalterabilidad de los propósitos de Dios porque se basa en dos cosas sobre las cuales Dios no puede mentir, a saber, su promesa y su juramento. Gracias a esta certeza, podemos aferrarnos a nuestra esperanza como un ancla que asegura nuestra eventual entrada en el santuario celestial donde Jesús ya está. La referencia a un velo apunta al velo que separaba el santuario exterior del tabernáculo del lugar santísimo ubicado en el interior del tabernáculo, en el que solo el sumo sacerdote podía entrar, y solo una vez al año. La referencia al juramento de Dios nos prepara para la temática de Jesús como nuestro sumo sacerdote en el orden de Melquisedec. Para concluir esta sección, vemos que aquellos que son los herederos de las promesas dadas a Abraham son los que perseveran en fe, tal como lo hizo Abraham.

Ejemplos negativos

Como hemos visto, Hebreos usa el lenguaje de la familia para hablar sobre el pueblo de Dios; los creyentes son hijos e hijas, son hermanos y hermanas, y son herederos de las promesas abrahámicas. Además, Hebreos ofrece ejemplos, tanto ejemplos negativos de falta de fe y ejemplos positivos de fidelidad, para alentar a los creyentes a perseverar en su peregrinaje de fe. Comenzaremos con los ejemplos negativos, y examinaremos brevemente la generación del desierto en Hebreos 3 y Esaú en Hebreos 12.

La generación del desierto –Hebreos 3:7-19. Ya hemos comentado sobre la generación del desierto con relación al descanso prometido. El autor de Hebreos ve una situación análoga entre la generación del desierto y su propia audiencia. Estaban en el umbral mismo de entrar en la tierra prometida, pero no pudieron entrar debido a su incredulidad. Recuerde que la incredulidad significa el rechazo a creer algo, o más específicamente, la negativa a creer la palabra de Dios. Así también, la audiencia del autor de Hebreos estaba en el umbral de entrar en el descanso prometido, pero es evidente que el autor no quiere para ellos el mismo final de la generación del desierto. Por ello, el fracaso de la generación del desierto se presenta como un ejemplo negativo que se debe evitar.

El no confiar en Dios después de que los espías regresaron de su exploración de la tierra dejó una impresión duradera en el pensamiento judío posterior y se convirtió en un símbolo de la desobediencia de Israel. Aunque el informe sobre las personas gigantes y sus ciudades fortificadas hubiera sido aterrador, la gente ya había visto numerosos milagros de la mano de Dios. Recordemos las diez plagas en Egipto, donde el Señor demostró su poder sobre todos los dioses egipcios. Recordemos la separación del Mar Rojo, donde el Señor demostró su poder sobre el Faraón y sus carros, así como sobre todas las fuerzas de la naturaleza. Recordemos cómo el Señor guió a su pueblo con una columna de fuego por el desierto. Recordemos cómo el Señor proveyó maná, codorniz y agua.

Ahora consideremos Heb 3:10, que es una cita del Salmo 95:10. Dios estaba enojado con la generación del desierto porque la gente se extravió en sus propios corazones y no conocía los caminos de Dios. Los caminos de Dios se pueden entender de dos maneras diferentes. En primer lugar, incluyen los mandamientos de Dios a su pueblo. Por ejemplo, Sal 81:13 nos ordena andar en los caminos de Dios, es decir, obedecer sus mandamientos. En segundo lugar, los caminos de Dios son descriptivos de cómo actúa Dios. Por ejemplo, Sal 145:17 dice, “el Señor es justo en todos sus caminos, y bondadoso en todas sus obras”. Así, no conocer los caminos de Dios describe no solo no seguir sus instrucciones para la vida, sino también no conocer el carácter de Dios. Debido a que la gente había visto tantas manifestaciones del poder de Dios, la acusación de que, a pesar de la evidencia tangible del poder de Dios, no conocían los caminos de Dios. Ello realmente significaba que habían rehusado creer que Dios es bueno y que él haría lo que prometió.

La cita del salmo también indica que la falla de la generación del desierto no se limitó a ese evento. El versículo 9 indica que las personas fueron probadas durante los 40 años que vagaron en el desierto, a pesar de que el Señor continuaba haciendo provisión para ellos.

La referencia a la ira de Dios puede ser desconcertante al principio. Es importante entender que cada vez que Dios inicia una acción, esa acción es siempre redentora como por ejemplo cuando Dios creó el mundo. También es importante enfatizar que Dios es siempre justo. De manera que cuando se dice que Dios está airado, ello es siempre una respuesta de su justicia al pecado y a la falta de fe de los seres humanos. Dios es misericordioso y fiel para perdonar, pero su ira fluye de su propia justicia como una respuesta al pecado humano y al mal.

Como ya hemos visto, Heb 3:12-19 es la interpretación y aplicación que el autor hace del Salmo 95 a su audiencia. Observe cómo, tanto el versículo 12 como el 19, se enfocan en la incredulidad. Recuerde que la incredulidad no se refiere a preguntas y dudas honestas, sino más bien a una determinación de la voluntad de seguir sus propios caminos y desobedecer los caminos de Dios. Los versículos centrales enfatizan los peligros de ignorar los caminos de Dios, e identifican a las personas que así hacen como desobedientes. La lógica aquí es clara: si el juicio para esa generación fue malo y les impidió ingresar a la tierra, ¿cuánto peor sería para los destinatarios de la epístola de Hebreos rechazar a Cristo y no entrar en el descanso prometido?

Por ello es importante no perder el enfoque en el estímulo del versículo 13. No debemos endurecer nuestros corazones, sino que debemos estimularnos unos a otros mientras estemos en “el Hoy”. “El Hoy” en Hebreos se entiende mejor como un período de tiempo continuo que se extiende hasta “la edad venidera” o el regreso del Señor. Así que “el hoy” brinda una oportunidad para el arrepentimiento y el aliento, pero “el hoy” no durará para siempre.

Este pasaje ofrece una advertencia adicional, a saber, que rechazar a Dios y su palabra está ligado al rechazo de sus líderes. En la generación del desierto, el no confiar en Dios también fue un rechazo al siervo de Dios, Moisés. Heb 3:1-6 hace una amplia comparación entre Moisés y Cristo. La implicación es que, dado que hubo graves consecuencias por rechazar a Moisés, ¿cuánto mayor serían las consecuencias por rechazar a Cristo?

El ejemplo de Esaú –Hebreos 12:14-17. El ejemplo negativo de Esaú en Hebreos 12 se registra después de la larga lista de individuos que mostraron fidelidad en Hebreos 11. Esta sección en Hebreos es realmente un reflejo de Pr 4:26-27. En Heb 12:14, el autor saca dos exhortaciones de esta reflexión: buscar la paz y buscar la santidad. Luego, el autor prosigue con una alusión a Dt 29:18. Este pasaje advierte contra la idolatría y contra alejarse del Señor, por lo que es comprensible que el autor de Hebreos haga esta alusión. Además, el pasaje de Deuteronomio advierte de las consecuencias de separarse de la comunidad de fe, que también es apropiada para la situación en Hebreos. La implicación es que permitir que la amargura crezca y florezca está directamente relacionada con la desobediencia. La imagen de no alcanzar la gracia de Dios en el versículo 15 usa la misma palabra griega que se usa en Heb 4:1 relacionada con la exhortación a no fracasar en alcanzar las promesas de Dios. De manera que los peligros de la amargura no deben tomarse a la ligera. Así mismo, como quiera que el contexto, tanto de Deuteronomio como de Hebreos, involucra la comunidad, la implicación es que la amargura puede conducir a separarse del resto de la comunidad.

El pasaje en Hebreos continúa con una referencia a Esaú y el relato acerca de él en Gn 25:29-34. El relato bíblico no describe a Esaú como sexualmente inmoral, pero él estaba casado con dos mujeres hititas, Judit y Basemat, lo que significaba que sus esposas no eran de la comunidad del pacto. En el Antiguo Testamento, sin embargo, la inmoralidad sexual a menudo se usa para describir la apostasía espiritual. Es probable que aquí el autor de Hebreos tenga en mente ambas ideas. Heb 13:4 exhorta a sus lectores a mantener puro el lecho matrimonial, que es una advertencia contra la inmoralidad sexual. Pero el contexto en Hebreos también favorece un sentido figurado de alguien que le es infiel a Dios. Esaú era tan insensible a los caminos de Dios y a los asuntos espirituales, que estaba dispuesto a renunciar a su derecho de primogenitura y con ello a las promesas de Dios, por una sola comida. ¡El relato en Génesis es notable aquí! Sabemos que Jacob tiene algunos defectos graves de carácter, como ser deshonesto, pero él valoraba, más que Esaú, el derecho de primogenitura, lo que nos dice mucho sobre Esaú. La preocupación del autor es que, de manera similar, los destinatarios de la epístola renunciaran a su propio estatus como hijos de Dios al no valorar las cosas de Dios.

No hay referencia en el relato de Génesis a las lágrimas de Esaú, pero más tarde la tradición judía añadió este detalle. El vínculo clave aquí es entre el estatus como primogénito y la herencia. Jesús es presentado como el primogénito en Heb 1:6. Acabamos de analizar el estatus de los creyentes como hijos e hijas. Heb 12:23 se refiere a la congregación de los primogénitos. Otra vez, entonces, el autor señala lo que está en juego si los destinatarios de su epístola se dan por vencidos—su derecho de primogenitura para heredar las promesas. Así que Esaú es exactamente lo opuesto a los ejemplos de fidelidad en Hebreos 11, pero es un ejemplo paralelo de la infidelidad de la generación del desierto.

Algunas palabras de resumen con respecto a los ejemplos negativos. Note la conexión esencial entre la fidelidad y la comunidad. Estar aislado del pueblo de Dios representa una seria amenaza para la perseverancia. Note también el peligro de no ser agradecido por las provisiones de Dios y de no reconocer lo que Dios ya ha provisto. La generación del desierto tenía mucha evidencia de la fidelidad de Dios, pero eligieron ignorarlo. ¡Esto sigue siendo un peligro serio para el pueblo de Dios! Observe también la conexión entre la amargura y la desobediencia. Es fácil alimentar la amargura y justificar todas las razones por las que tenemos derecho a sentirnos amargados por una determinada situación. ¡Pero este es un territorio peligroso! Cuando albergamos amargura, no podemos ver cuál es el verdadero costo de esa amargura. Lo que es peor, nuestra amargura puede infectar a toda una comunidad.

Estos ejemplos son dolorosos y deberían perturbarnos. Pero, afortunadamente, Hebreos también nos da muchos ejemplos positivos, a los cuales nos referimos a continuación.

Ejemplos positivos –Hebreos 11

Hay numerosos ejemplos positivos de fidelidad en Hebreos, incluido el ejemplo de Moisés en Hebreos 3. Pero aquí examinaremos los numerosos ejemplos en Hebreos 11, que culminan con el ejemplo supremo de Jesús en Hebreos 12, y terminaremos considerando brevemente el tema del primogénito en la Jerusalén celestial.

Las listas de ejemplos positivos fueron comunes tanto en los escritos judíos como en los primeros escritos cristianos, tal es el caso de Primera de Clemente. El objetivo de estas listas era mirar ejemplos pasados para alentar una fidelidad similar en el presente. Esta lista está enmarcada por el énfasis en la perseverancia que se menciona en Heb 10:36 y 12:1.

La lista comienza con una descripción de la fe: “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Este es un concepto clave en Hebreos. La fe se presenta aquí como algo que tiene sustancia y como algo objetivo. Esto se debe a que la fe en Hebreos no se ve como una experiencia subjetiva (aunque nuestras experiencias personales son importantes), sino que la fe y la esperanza se entienden objetivamente porque dependen de la fiabilidad y fidelidad de Dios. Estos ejemplos muestran cómo se ve en la práctica confiar plenamente en Dios, en su palabra, y vivir de manera consecuente con ello. Estos ejemplos ilustran la conexión estrecha entre fe y obediencia activa. Cada uno de los ejemplos dados ofrece cierto nivel de prueba (como se hace en formalismos legales) de la fidelidad de Dios y de una vida basada en realidades futuras invisibles.

¡El autor comienza desde el principio, es decir, con la creación, en el versículo 3! ¡Solo así podemos entender la creación del universo porque ninguno de nosotros estuvo allí para verlo! Se requiere fe para afirmar que Dios creó todo lo que se ve a partir de lo que no se ve. El autor usa la expresión “por la fe” repetidamente a lo largo de este pasaje para introducir desarrollos importantes en su argumento.

El siguiente ejemplo involucra a Abel y se extrae del relato en Gn 4:3-5. El enfoque no es el sacrificio en sí, sino la actitud que lo motivó. El sacrificio de Abel fue aceptado porque él era justo. La lógica es que si el sacrificio de Abel satisfizo al Señor, se deduce que él vivió por fe, porque el versículo 6 aclara que sin fe es imposible agradar a Dios. Podemos inferir entonces que Caín no vivió por fe y que su sacrificio no fue aceptable por esta razón. El autor pasa rápidamente al ejemplo de Enoc, que se basa en Gn 5:18, 21-24. En la tradición judía y también en Hebreos, Enoc fue considerado un hombre justo, cuya vida estaba controlada por la realidad invisible de Dios. El autor concluye esta sección sobre los primeros ejemplos de fe presentando a Noé como alguien que demostró su fe con su preparación práctica para el diluvio.

En las siguientes tres secciones el autor se centra en Abraham, mostrando así su importancia como ejemplo de fe. Hablaremos más sobre este pasaje cuando examinemos la herencia en Hebreos, y, específicamente, la ciudad de Dios. Pero aquí el autor se enfoca en tres ejemplos de fe en la vida de Abraham. El primero se describe en Heb 11:8-12. ¡Ese ejemplo implicó la obediencia de Abraham cuando Dios lo llamó a salir de su país, de su pueblo y de la casa de su padre e ir a una tierra que Dios le mostraría, pero solo después de que él hubiese dejado su tierra! Es asombroso que Abraham, como un acto de obediencia, fuera a la tierra que Dios le mostraría, aunque cuando se propuso emprender el camino, él no sabía que ese nuevo lugar sería su herencia. El versículo clave para entender a Abraham es Gn 15:6, “Abrán creyó al Señor y eso le fue contado por justicia”. La fe de Abraham también se menciona en Ro 4:3-5 y Gá 3:6-9. Por la fe, Abraham vivió en la tierra a pesar de que ya había sido prometida a él y a sus descendientes, Isaac y Jacob. Esta primera sección concluye con otra referencia a la fe de Abraham y Sara con respecto al nacimiento de Isaac. A lo largo del resto del Antiguo Testamento vemos cómo esta promesa se cumplió literalmente en los numerosos descendientes físicos de Abraham. Pero el Nuevo Testamento aclara que el cumplimiento culminante de esta promesa comprende el linaje espiritual de Abraham, que trasciende todo número, como lo indica el versículo 11. Esto es similar a la comprensión de Pablo sobre Cristo como la verdadera simiente de Abraham, al igual que aquellos que están unidos a Cristo por medio de la fe (Gá 3:7-9, 16, 29).

El segundo ejemplo de la fe de Abraham—así como la de Sara, Isaac y Jacob—tiene que ver con que él, en último término, no consideraba la tierra como el cumplimiento de las promesas de Dios, sino que vio la ciudad de Dios desde lejos, como se registra en Heb 11:13-16. El autor precisa que Abraham y su familia pudieron haber regresado a Harán, pero esperaron más bien y con anticipación, la ciudad de Dios, sabiendo que la tierra misma no era el cumplimiento pleno de la promesa de Dios.

El tercer ejemplo de la fe de Abraham se refiere al mandato de Dios de ofrecer a Isaac como sacrificio, que es el enfoque en Heb 11:17-22. Aquí el autor hace explícito lo que solo está implícito en el relato del Génesis: dado que la transmisión de la promesa a la siguiente generación dependía de Isaac y que si Dios estaba dando ese mandato, entonces Dios podía levantar a Isaac de entre los muertos. Santiago también llegó a esta misma conclusión en Stg 2:21-23, “¿no fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a Isaac su hijo sobre el altar? Usted ve que su fe y sus acciones estaban trabajando juntas, y su fe se completó con lo que hizo. Y se cumplió la escritura que dice: ‘Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia’, y fue llamado amigo de Dios”. Esta sección concluye con breves menciones de Jacob y José, y su convicción de que Dios conduciría a su pueblo fuera de Egipto y de regreso a la tierra, según se registra en Génesis 49-50.

La siguiente sección grande en Hebreos 11 involucra la vida de Moisés, como aparece en los versículos 23-28. En realidad, esta sección también elogia la fe de los padres de Moisés, que mostraron una fe tremenda a pesar del plan genocida del faraón para exterminar al pueblo de Dios. Ellos vieron algo en su hijo que les confirmó que la mano de Dios estaba sobre este niño de una manera especial. El enfoque en los padres de Moisés enriquece el relato bíblico de Éxodo, que solo menciona la fe de las parteras, al tiempo que la fe de los padres de Moisés puede deducirse razonablemente del texto del Antiguo Testamento.

Gran parte de la vida de Moisés estuvo marcada por una conciencia perspicaz de la presencia y el poder de Dios. Al igual que Abraham, Moisés tuvo que abandonar su patria y renunciar a su seguridad para ir al lugar al que Dios lo conduciría. En el versículo 25, no es claro a qué parte de la vida de Moisés se alude. Pero una vez que Moisés hizo evidente su asociación con los hebreos, su vida de privilegio en la corte de Faraón terminó.

El “reproche de Cristo” al que hace referencia el versículo 26 es difícil de entender y se debate ampliamente. Creo que la manera más clara de entenderlo es con una comprensión tipológica; específicamente, el reproche que Cristo habría experimentado fue del mismo tipo de reproche que Moisés experimentó cuando se asoció completamente con el pueblo de Dios. La referencia anticipa la discusión sobre Jesús en Heb 12:1-3. El resto de este pasaje resume la fe de Moisés en su liderazgo de la salida del pueblo de Egipto durante el Éxodo.

En Heb 11:29-31, tenemos un relato aún más sucinto del Éxodo y de la primera parte de la conquista que nos lleva del libro del Éxodo, con la referencia al Mar Rojo, a la primera parte de Josué, con la referencia a Jericó y a Rahab, en solo tres versículos. El paso será aún más rápido de aquí en adelante. ¡Esta era en realidad una técnica retórica que enfatizaba la multiplicidad de ejemplos juntándolos en sucesión rápida!

Así que abróchense los cinturones de seguridad para esta próxima sección de los versículos 32-38. Estos abarcan la ocupación temprana de la tierra hasta la monarquía. Los nombres aparecen en pares, y en cada par los individuos se enumeran en el orden inverso de su aparición en el Antiguo Testamento. Este es otro recurso literario para destacar la multitud de ejemplos de la fe.

Gedeón (Jue 6:34) derrotó al ejército, mucho más numeroso, de los madianitas con solo 300 soldados israelitas. Barak (Jue 5:19) derrotó al comandante cananeo, Sísara, aunque este es realmente el relato de la fe de Débora, ¡sin la cual, Barak rehusó entrar en guerra! Esto es, probablemente, una indicación de que él se dio cuenta de la tremenda fe de ella.

El próximo par comienza con Sansón (Jue 13:25), quien fue quizás el más capaz de los jueces, pero el que se apartó más de Dios. Aun así mostró fe, aunque solo fuera un parpadeo de fe, en una de las horas más oscuras de Israel, en su batalla contra los filisteos. Pero un ejemplo aún más problemático es el de Jefté (Jue 11:29) quien mostró fe en Dios en su discurso al rey amonita, pero que sacrificó innecesariamente a su hija, al haber hecho un juramento imprudente y precipitado. Estos ejemplos que tuvieron lugar en un momento muy oscuro de la historia de Israel muestran que Dios se complace con la fe, incluso cuando esa fe es imperfecta y ocurre en tiempos lúgubres y problemáticos.

El último par de ejemplos presenta a David, quien tenía muchas faltas pero que también tenía un corazón conforme al corazón de Dios. Fue precedido por Samuel, quien mostró gran fe en su vida mientras guió al pueblo durante el reinado de Saúl y David. De hecho, la vida misma de Samuel fue el resultado de la gran fe de Ana, su madre.

Comenzando con el versículo 33, el autor presenta, de manera vertiginosa, numerosos ejemplos que abarcan todo el tiempo posterior a la conquista de la tierra hasta eventos que ocurrieron después de lo que aparece registrado en el Antiguo Testamento. La referencia a reinos conquistadores podría aludir a David; la mención sobre la administración de justicia probablemente alude a Salomón. Esas personas recibieron, de manera parcial, lo que se les prometió. La alusión a cerrar la boca de los leones claramente recuerda a Daniel (6:22). Al continuar con el versículo 34, la referencia al fuego señala a Sadrac, Mesac y Abed-nego como se describe en Daniel 3. Los que escaparon de la espada incluiría a Elías, que escapó de Jezabel (1 Reyes 19), y a Eliseo, que escapó de su hijo Joram (2R 6:31-7:2). Las otras referencias más generales podrían referirse a Ester, Judit, … o incluso Ezequías.

Las mujeres que recibieron a sus hijos de nuevo, como señala el versículo 35, podrían incluir a la viuda de Sarepta (1 Reyes 17) o la mujer rica de Sunem (2 Reyes 4). La referencia a la tortura probablemente nos lleve al libro no canónico de 2 Macabeos, que es una fuente importante de la historia entre el final del Antiguo Testamento y el comienzo del Nuevo Testamento. Según ese relato, Eleazar, su esposa y sus siete hijos sufrieron el martirio debido a que no estuvieron dispuestos a negar su fe en Dios. Las referencias más generales en el versículo 36 podrían aplicarse a muchos de los profetas, o incluso a los miembros de la comunidad de fe anterior a los lectores originarios del libro de Hebreos. Las referencias en el versículo 37 parecen referirse a la tradición según la cual Jeremías fue apedreado hasta la muerte y a la que sugiere que Isaías fue aserrado en dos. Jacobo, el hermano de Juan, fue asesinado a espada. La referencia a la piel de oveja puede referirse a Elías. La declaración resumida en el versículo 38 deja en claro que todos los ejemplos anteriores muestran a individuos de los que el mundo no era digno. Esto sigue siendo cierto hoy en día, donde muchos hermanos y hermanas, debido a su fe, se encuentran encarcelados y/o son torturados e incluso sufren el martirio.

Hebreos 11:39-40 deja en claro que todas estas personas de estos ejemplos fueron aprobadas por su fe, sin embargo, no recibieron lo que se les prometió ya que eso es posible solo a través de Cristo. Entonces, en el plan extraordinario de Dios, los fieles antes de Cristo junto con los fieles después de Cristo reciben el cumplimiento culminante de la promesa al mismo tiempo. Todas las promesas de Dios se cumplen en Cristo; por lo tanto, aquellos esperaban con anticipación el porvenir; mientras que nosotros miramos hacia atrás, a Cristo, en quien se encuentra el único cumplimiento posible y completo de las promesas de Dios. Hablaremos más adelante acerca de la perfección del pueblo de Dios, pero en esta sesión podemos ver que la santificación, en parte, proviene de perseverar por la fe en las promesas de Dios. Este capítulo realmente culmina con el ejemplo perfecto de Jesús, quien soportó la cruz y despreció la vergüenza por el gozo puesto delante de él, pero consideraremos ese pasaje más adelante. Ese pasaje fluye naturalmente hacia la descripción de la congregación de los primogénitos, cuyos nombres han sido escritos en el cielo, como lo consigna Heb 12:23, pero dejaremos ese pasaje glorioso para otra sesión.

Conclusión

¿Cuáles son algunas conclusiones y aplicaciones que podemos extraer de estos ejemplos? Necesitamos aprender de los ejemplos de otros, tanto de los positivos como de los negativos. Esto podría incluir la lectura de historias de aquellos que nos han precedido, pero también significa escuchar y aprender de las historias de aquellos que son más viejos que nosotros en la fe. A veces la fe de los demás puede ser una motivación poderosa para nuestro propio peregrinaje de fe. La vida de fe es la única vida que agrada a Dios, y tenemos mucho que aprender unos de otros sobre esta verdad.

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