Séptima Edición
Año 6 Segundo Semestre 2015
La pregunta de María (Lucas 1:34)
Robert Simons, Ph.D.
Introducción
La pregunta de María en Lucas 1:34 no implica un voto de virginidad, ni carece de sentido, ni fue inventada por Lucas para mejorar la lógica del relato. Más bien, Lucas preservó la pregunta para mantener el paralelismo entre los anuncios de los nacimientos de Juan y de Jesús, el cual viene sugiriendo en sus varios detalles que Jesús es mayor que Juan. La pregunta también introduce un contraste entre la duda de Zacarías y la fe de María, primer ejemplo en Lucas del tema de la inversión de expectativas. Lucas hace uso frecuente de este tema como una ayuda para persuadir a los lectores de que Jesús es el Mesías y Salvador.
Emilio Núñez en su presentación de “un cuadro bíblico de María basado en Lucas 1:26-56”,[1] comunica una impresión de María fundamentada en lo que la Biblia dice y no en lo que la tendencia religiosa humana ha imaginado de la mujer que fue escogida por Dios para dar a luz al Verbo encarnado. En su artículo, Núñez menciona lo admirable que es María en su ejemplo de “sumisión, obediencia, y profunda piedad”.[2] El presente ensayo analizará Lucas 1:34, un versículo que Núñez mencionó solo brevemente.[3] Como resultado de este estudio observaremos la fe admirable de María y entenderemos mejor el papel de su pregunta en el esquema de lo que Lucas pretende hacer en el Evangelio yenHechos.
El enigma de la pregunta de María::
En el año 1943, John J. Collins escribió que había consenso entre los católicos de que María hizo un voto de virginidad perpetua y que Lucas 1:34 es la prueba bíblica de ello.[4] Desde el siglo IV, muchos teólogos, comenzando con San Agustín,[5] citan este versículo— “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón” —como evidencia de que aun antes de hacer la pregunta, ella ya había jurado un voto de virginidad. Suponen que de otra manera la pregunta de María carecería de sentido en el contexto de la narración. Puesto que estaba desposada (Lc 1:27), ella daría por sentado que la concepción prometida tendría lugar después de la consumación del matrimonio con José, a menos que ella hubiera hecho un voto de virginidad y no pensara tener jamás relaciones íntimas con ningún hombre, ni siquiera con su futuro esposo.[6]
Aun algunos comentaristas evangélicos han aceptado tal suposición (aunque no la deducción respecto al voto). Marshall escribe:
La pregunta de María causa perplejidad, pues si el hijo prometido será descendiente de David, ella ya está desposada con un miembro de la casa de David y puede esperar casarse con él en el futuro cercano y dar a luz a su hijo.[7] Otros comentaristas modernos observan que los relatos del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (Lc 1:5-25) y de Jesús (1:26-38) son muy semejantes en estructura y aun en ciertas palabras, por lo que deducen que Lucas seguramente inventó todo, o por lo menos parte, de ambos relatos, incluso la pregunta de María en 1:34.[8]
Examinemos primeramente la idea de que María tomó un voto de virginidad, de manera que no pensaba sostener relaciones íntimas ni siquiera con su futuro esposo después de casarse. En el mismo capítulo de Lucas hay evidencia que muestra que esto es imposible. Elisabet, la anciana esposa de Zacarías, comentó: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres” (Lc 1:25). En esa cultura y tiempo ella consideraba que para una mujer casada el no tener hijos era una “afrenta” (ὄνειδος, una señal de reprobación y rechazo). Recordemos también cuan amargamente lloró Ana, pidiendo que Dios le diera un hijo y quitara su aflicción (1S 1:9-11). El Salmo 127:4-5 dice: “Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta”, y una de las bendiciones de la obediencia a Dios, según Deuteronomio 28:4, es tener hijos.
Definitivamente, cualquier virgen judía en el tiempo de Jesús habría considerado que tener hijos era bueno y deseable. Ningún hombre se habría casado con una mujer sabiendo que ella no quería tener hijos. En toda la Biblia, las relaciones íntimas entre esposos se consideran santas y puras (Heb 13:4). Además, producen una “descendencia para Dios” (Mal 2:15). En contraste, la Biblia dice que prohibir casarse es “doctrina de demonios” (1 Tim 4:1-3), y Pablo corrigió a los casados en Corinto que se negaban a tener relaciones íntimas con sus cónyuges (1 Co 7:3-5).[9] Así que no es posible apoyar bíblicamente que María haya hecho voto de virginidad antes o aun después de casarse. La idea de que una virgen sea más aceptable a Dios que una mujer casada que mantiene relaciones íntimas con su esposo proviene de la filosofía dualista de los griegos y del gnosticismo, mas no de la Biblia.[10]
Tampoco es cierto que la pregunta de María en Lucas 1:34 carezca de sentido. Simplemente confirmaba el hecho de que ella no tenía relaciones con nadie y que no pensaba tenerlas hasta consumar su matrimonio en algún tiempo todavía futuro con José, su prometido.[11] En todos los demás relatos bíblicos de un nacimiento extraordinario, un hijo nació de una mujer que ya era casada y sostenía relaciones con su esposo, pero la pareja no podía tener hijos por alguna razón orgánica, por ejemplo la esterilidad de la mujer (Sara en Gen 17:17; Rebeca en Gen 25:21; Raquel en Gen 29:31 y 30:22-23; la madre de Sansón en Jue 13:3, y Ana en 1S 1:2). Por eso, ninguna de ellas preguntaba cómo sucedería su concepción. En el caso de María, el obstáculo de la concepción no era la esterilidad, sino el hecho de que no había tenido relaciones íntimas ni pensaba tenerlas hasta consumar su matrimonio con José. Por eso la pregunta de ella tiene sentido. Como comprobación observamos que el primer comentarista del Evangelio de Lucas, Orígenes, nacido en 185 d.C. y quien dedicó veinte mensajes a Lucas 1-2, nunca mencionó Lucas 1:34.[12] Obviamente, no vio nada inusual en la pregunta de María.
Vemos pues que la pregunta de María no muestra un voto previo de virginidad,[13] ni tampoco carece de sentido. La tercera sugerencia, que apunta a que Lucas inventó la pregunta y la insertó en el relato bíblico, tampoco está en lo correcto. Lucas 1:34, el versículo que contiene la pregunta de María, no es esencial en el contexto inmediato. Si leemos Lucas 1:32-35 omitiendo el versículo 34 y las primeras palabras del versículo 35, la narración tiene sentido.
Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Así, se puede leer el pasaje sin la pregunta de María. Lucas no tenía que insertarla para incluir la explicación del ángel acerca de la concepción de Jesús. En contraste, el interrogante de Zacarías en Lucas 1:18 la hace necesaria para el desarrollo de la narración. Muchas partes del relato después de 1:18—la mudez de Zacarías (1:22, 63-64), su imposibilidad de comunicarse con la gente cuando salió del santuario (1:22), cómo le pusieron al niño el nombre Juan (1:59-66)—no tendrían sentido sin la pregunta de Zacarías y la mudez resultante. Como se puede observar, la pregunta desencadena una serie compleja de sucesos que forman parte de la narración completa.
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La función literaria de la pregunta de María ::
Sabemos que Lucas es un redactor y autor muy cuidadoso. Comparando algunos pasajes en Marcos con sus paralelos en Lucas, podemos ver cómo Lucas quita expresiones innecesarias o inconvenientes.[14] Vale la pena preguntar entonces ¿por qué Lucas dejó 1:34 en su narración? La respuesta yace en el paralelismo entre los anuncios de los nacimientos de Juan y de Jesús y las razones por las que Lucas redactó los dos pasajes en forma paralela. Una investigación de las semejanzas y diferencias entre los dos relatos nos ayudará a entender esas razones (ver el cuadro que comienza en la siguiente página). Kuhn recopiló los paralelos en Lucas 1-2 entre Juan y Jesús, concluyendo que el evangelista redactó la narración de estos eventos con el propósito de mostrar la superioridad de Jesús sobre Juan y para demostrar con hechos lo que dice con palabras: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.[15]
Los paralelos en los dos anuncios resaltan lo siguiente: Juan sería hijo de Leví (1:5), Jesús sería hijo de David (1:32); Juan estaría lleno del Espíritu (1:15), Jesús sería concebido por el Espíritu (1:35); Juan tendría el poder de Elías durante su vida mortal (1:15), Jesús tendría un reino eterno (1:33); Juan sería grande (1:15), Jesús también lo sería pero además sería llamado Hijo de Dios (1:32, 35). Así podemos discernir que una razón que tuvo Lucas para redactar los anuncios de esta manera paralela fue la Cristología; buscaba aclarar quién es Jesús. Este paralelismo, además de apoyar la superioridad de
Anuncio de Juan | Anuncio de Jesús | Diferencia o semejanza | |
Lugar | Templo de Jerusalén (1:19, 21-22). | Nazaret de Galilea (1:26) | Nazaret es más humilde, considerada tierra “inmunda”. |
Personajes | Zacarías y Elisabet: levitas, justos, irreprensibles (1:5-6). | María: virgen desposada con descendiente de David (1:27). | Hay poca descripción de María. |
Obstáculo | La esterilidad de Elisabet y la edad avanzada suya y de su marido (1:7, 18). | La virginidad de María. | El obstáculo de María es mayor. |
Mensajero | Ángel Gabriel (1:11, 19). | Ángel Gabriel (1:26, 28). | El mismo mensajero. |
Saludo | No se registra ninguno. | “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo” (1:28).[16] | No hubo saludo para Zacarías. |
Reacción | Turbación y temor al ver el ángel (1:12). | Turbación respecto al saludo (1:26).[17] | Reacciones similares pero por diferentes razones. |
Respuesta del ángel | “No temas; porque tu oración ha sido oída” (1:13). | “No temas, porque has hallado gracia” (1:30). | La misma exhortación, pero por diferentes razones. |
Anuncio del nacimiento | Juan será grande (1:15) No beberá vino (1:15) Lleno del Espíritu Santo (1:15) Espíritu y poder de Elías (1:17) Cumplirá Mal 4:6 (1:17) | Jesús será grande (1:32) Hijo del Altísimo (1:32) El trono de David (1:32) Reino eterno (1:33) Engendrado por el Espíritu Santo (1:35) Hijo de Dios (1:35) | Jesús es superior. |
Pregunta | “¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada” (1:18). | “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (1:34). | Las preguntas son ligeramente distintas. El problema de María es mayor. |
Respuesta del ángel | Reprende a Zacarías (1:20). Da la señal de mudez (1:20). | Explica la concepción (1:35). Da la señal de la concepción de Elisabet (1:36). | El ángel responde a María en forma positiva, pero a Zacarías en forma negativa. |
Razón para creer. | Dios mandó al ángel a dar el mensaje (1:19). | “Nada hay imposible para Dios” (1:37). | A María se le da una razón más general. |
Consentimiento | No registra ninguno. | María se somete a Dios (1:38). | Solo María se somete a Dios. |
Salida | Zacarías sale del lugar santo y va a su casa donde vive Elisabet (1:22-24). | El ángel se va de María, y ella va a la casa de Zacarías, donde vive Elisabet (1:38-40). | Ambos van donde Elisabet en la casa de Zacarías. |
Jesús sobre Juan, contribuye a otro objetivo de Lucas: confirmar a sus lectores la verdad de las cosas en las cuales han sido instruidos (Lc 1:4).
Fijémonos en la estructura de los dos pasajes que comienzan con la pregunta de Zacarías y la de María. En ambos anuncios hay una pregunta que expresa un obstáculo para el cumplimiento del anuncio (1:18, 34). Enseguida el ángel da una señal para confirmar la veracidad de sus palabras: la mudez en el caso de Zacarías (1:20), la concepción de Elisabet en el caso de María (1:36). A continuación Zacarías y María viajan al mismo lugar, la casa de Zacarías, donde está Elisabet (1:23-24, 39-40). El orden de los eventos es pregunta, señal, viaje. Ya observamos que la pregunta de María no es esencial para entender el mensaje del ángel, pero la de Zacarías sí. Sin embargo, la de María preserva el paralelismo entre las dos narraciones.
Si miramos más allá de los dos anuncios a las escenas siguientes, podremos discernir por qué la preservación del paralelismo es tan importante para Lucas. Zacarías y María viajan al mismo destino (la casa donde Elisabet vive) y allí suceden varios acontecimientos importantes: 1) Elisabet reconoce la grandeza de Dios (1:25), y alaba la fe de María (1:45); 2) María alaba al Señor por su fidelidad y misericordia (1:46-55); 3) Juan nace, es circuncidado, y se anuncia su nombre; Zacarías responde con fe y se le quita la mudez (1:57-66); 4) Zacarías alaba a Dios y profetiza acerca de Jesús y de Juan (1:67-80).
Para profundizar más en discernir la importancia y el significado de estos eventos es necesario reflexionar un momento sobre los conceptos del templo, la tierra, y el género en la cultura judía en los tiempos neotestamentarios. El templo fue el centro del culto judío desde el tiempo de Salomón (1 Reyes 8), excepto durante el exilio en Babilonia después de 587 a.C. Cuando los cautivos volvieron, una de las primeras cosas que hicieron fue reestablecer el culto del templo (Esdras 1-6). En los tiempos de Jesús, el servicio de tamid (cuando todos los días por la mañana y por la tarde ofrecían el holocausto y quemaban incienso en el lugar santo) era bien concurrido por el pueblo judío. Lucas y Hechos aluden con frecuencia a ese servicio (Lc 18:9-14; 24:50-53; Hch 3:1; 10:3, 30) y fue en ese mismo servicio que Zacarías oficiaba quemando incienso cuando el ángel le habló.[18]
En Lucas 1:5-11, el evangelista pinta un cuadro casi ideal de ese servicio y la santidad de Zacarías. Es un levita casado con una mujer de la familia sacerdotal (1:5), justo e irreprensible (1:6), es seleccionado por suerte para oficiar quemando incienso en el lugar santo del templo (1:8-9). Afuera, está la multitud orando (1:10). Adentro aparece el ángel al lado derecho del altar (1:11) y sus palabras hablan primeramente de las oraciones de Zacarías (1:13) y luego del niño que iba a nacer (1:13-17), haciendo eco del anuncio del nacimiento de Sansón (Jue 13:3-5, 7, 14). El lector del primer siglo que supiera algo de la cultura judía se habría sorprendido de que Zacarías no creyó y fue disciplinado con mudez (Lc 1:20).
Seis meses más tarde, en Nazaret de Galilea, aparece el mismo ángel a una mujer. Nazaret era una ciudad despreciada (Jn 1:46), perteneciente a una provincia igualmente despreciada y considerada inmunda (Galilea de los gentiles, Isa 9:1; Mat 4:15). Además, las mujeres en tiempos de Jesús, no eran consideradas miembros del pueblo de Dios. Las señoritas estaban sometidas a sus padres, las casadas a sus esposos. No les era permitido aprender de los rabíes, ni testificar en casos legales. El hecho de que María fue desposada sugiere que era muy joven, probablemente entre doce y quince años de edad, y que vivía todavía en la casa de su padre.[19] Si al lector del primer siglo le sorprendía la falta de fe de Zacarías, habría quedado atónito al leer las palabras de Elisabet respecto a la fe de María, “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (Lc 1:45).
Es más, Zacarías, el sacerdote justo, irreprensible pero incrédulo, no pudo hablar. ¡Hablaban las mujeres! Elisabet (1:25, 42-45) y María (Lc 1:45-55) expresaron agradecimiento y alabanza al Señor, celebrando su fidelidad. Es Elisabet quien anuncia el nombre “Juan”, causando un alboroto entre familiares y vecinos hasta que al fin Zacarías corrobora por escrito que el nombre del niño es Juan (1:59-66). Todo esto es contrario a lo que esperaría cualquier lector. Es la primera de muchas veces en Lucas donde ocurre lo opuesto de lo que se espera, especialmente en lo que respecta a la fe.
A través de estos sucesos sorprendentes, el autor implícitamente aprueba la fe de María y la recomienda al lector como una virtud digna de imitar. Durante toda la escena desde 1:25, cuando Elisabet habla en adoración y gratitud hacia Dios, hasta 1:66, cuando los vecinos de Elisabet expresan su sorpresa ante todo lo sucedido, Lucas crea un ambiente narrativo que induce al lector a identificarse con las mujeres, especialmente con María y su fe. A la vez, implícitamente presenta la duda de Zacarías como algo despreciable y mediante la narración intenta persuadir al lector a evitar esa actitud. En las mismas escenas donde María y Elisabet tienen la preeminencia, Zacarías ni siquiera se menciona hasta el momento cuando afirma el nombre del recién nacido Juan y Dios le vuelve a abrir la boca. Así, el paralelismo de los anuncios sirve para animar al lector a imitar la fe de María y evitar la duda de Zacarías.
A continuación damos algunos ejemplos adicionales de este fenómeno en Lucas donde ocurre lo opuesto de lo que se espera, especialmente en lo referente a la fe. Cuando Juan el Bautista predicaba, la gente se preguntaba si sería el Cristo (Lc 3:15); después de la primera predicación de Jesús, la gente trató de matarlo (Lc 4:29). En su primera enseñanza, Jesús llama bienaventurada a los pobres, hambrientos y perseguidos y pronuncia ayes sobre los ricos, los felices, y los apreciados (Lc 6:20-26). La primera persona a quién Jesús alabó por su fe fue un gentil y soldado romano (Lc 7:9). Jesús prefiere el amor de una mujer de mala reputación antes que la hospitalidad de un fariseo importante (Lc 7:36-50). Y así hay muchos ejemplos más en Lucas, demasiados para mencionarlos todos: la parábola del “buen” samaritano (10:25-37; los samaritanos eran considerados muy malos), la parábola del rico y Lázaro (16:19-31), el relato de la fe de Zaqueo, el despreciado cobrador de impuestos (19:1-10), y el más sorprendente de todo, la crucifixión del que decía ser el Mesías, así como su resurrección después de tres días.
En Hechos, también es frecuente este tema. El resultado de cada problema que la Iglesia naciente encuentra se traduce en crecimiento y bendición (persecución en 4:1-37; 5:17-42; 8:1-25; 12:1-24; la mentira de Ananías y Safira en 5:1-16; la murmuración en 6:1-7). Saulo, el perseguidor violento de la Iglesia se convierte en Pablo, el misionero incontenible (caps. 9 y 13-20). Los de la nación de Jesús resisten a la extensión del evangelio, mientras que los samaritanos y los gentiles “inmundos” se convierten al evangelio en grandes cantidades (8:1-12; 13:45-48; 18:5-8; 19:8-10). El encarcelamiento de Pablo es el medio que Dios usa para que testifique de Jesús ante reyes y gobernadores (24:10-26:29).
Volviendo ahora a la pregunta de María en Lucas 1:34, podemos ver lo importante que fue para Lucas preservar el paralelismo entre el anuncio del nacimiento de Juan y el de Jesús. En ambos anuncios el orden de eventos fue, como ya lo detallamos: pregunta, señal, y viaje. La pregunta de Zacarías dio comienzo a todo lo que se refiere a la falta de fe de él, y la de María a todo lo que se refiere a la fe de ella. Así Lucas implícitamente compara la fe de María con la duda de Zacarías e introduce un tema que va a caracterizar el resto de los libros de Lucas y Hechos: Dios hace lo sorprendente e inesperado en cuanto a la fe y el Mesías (lo que los teólogos llaman “inversión de expectativas”).
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La función del tema de la inversión de expectativas ::
Debemos preguntar, luego, ¿por qué es que Lucas utiliza tanto este tema de la inversión de expectativas? La respuesta está en el problema más grande que Lucas tuvo que enfrentar. Lucas claramente escribió el Evangelio y Hechos para persuadir a sus lectores de que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías de los Judíos, y el Salvador de todos los que creen el Él. Sin embargo, Jesús no cumplió con mucho de lo que los Judíos esperaban de su Mesías. Collins afirma:
No nos debe sorprender que la mayoría de los judíos de aquel tiempo no reconocieran a Jesús como el Mesías davídico. Sencillamente no cumplió con las expectativas que, por lo general, se asociaban con ese papel. Pero sus seguidores estaban convencidos de que Él era el Ungido [traducción de la palabra hebrea “Mesías” y el término griego “Cristo”] de Dios.[21] Tampoco cumplió con lo que los gentiles esperaban de un héroe o una persona de gran importancia política o social, ya que fue crucificado, no ganó ninguna batalla importante, no tuvo muchos seguidores durante su vida, y los seguidores que tuvo fueron en la mayoría de clase social y económica muy baja. Además, sus enseñanzas eran contrarias a lo que el mundo gentil consideraba prestigioso. Lucas tuvo la difícil tarea de relatar la historia de Jesús—que no cumplía con lo esperado de un hombre de importancia en el mundo judío ni en el gentil—en una manera que convenciera a los lectores de la verdad acerca de Él. El tema de la inversión de expectativas fue uno de los medios que Lucas usó para persuadir a sus lectores a creer que Jesús en verdad es el Cristo. Una vez tras otra en Lucas y Hechos—fuese una historia, una enseñanza, una predicación, o una parábola—resulta con algo supremamente sorprendente, contrario a lo que se esperaba. Y una vez tras otra, Lucas demostró que Dios estaba detrás de lo inesperado. Cada una de estas inversiones de expectativas añadió un grano de arena al conjunto de razones para creer que Jesús en verdad es el Mesías y Salvador.
Para terminar con nuestra consideración acerca de la pregunta de María, notemos que la respuesta del ángel a ella incluye la razón suprema de por qué debemos creer que Jesús es el Cristo: “porque nada hay imposible para Dios” (Lc 1:37). Esta respuesta se refiere no solo a la concepción de Elisabet, ya anciana y estéril, ni tampoco exclusivamente a la concepción maravillosa de Jesús en una virgen. La afirmación también trae a la memoria la fidelidad de Dios al preservar la línea mesiánica desde Abraham hasta el momento de la concepción de Jesús. Además, contempla el cumplimiento de sus promesas dadas a Israel y a los gentiles respecto a un Salvador. Asimismo anticipa todas las cosas maravillosas que Lucas relatará en el Evangelio y en Hechos. Abarca aun las cosas maravillosas y revolucionarias que Dios está haciendo hoy alrededor del mundo.
Conclusión
Para resumir, la pregunta de María no implica un voto de virginidad, ni es una pregunta sin sentido, tampoco fue inventada por Lucas para preservar la lógica del relato. Lucas preservó la historia de esa pregunta para mantener el paralelismo entre los dos anuncios de los nacimientos de Juan y de Jesús. Este paralelismo introduce el contraste entre la duda reprobada de Zacarías y la fe aprobada de María. Este contraste es, a su vez, el primer ejemplo del tema de la inversión de expectativas tan común en Lucas, tema que respalda su esfuerzo por persuadir tanto a judíos como a gentiles de que Jesús es el Mesías y Salvador.