Novena Edición
Año 7 Segundo Semestre 2016
Jonás 3: La respuesta adecuada de un victimario a la Palabra Dios
Sandro Gutiérrez, Mg.
Sandro Gutiérrez es ingeniero civil de la UIS, teólogo de la FUSBC y magíster en teología de la UPB. Se desempeña como profesor en el área de Biblia y como coordinador de los programas virtuales de pregrado en teología y de la especialización en ética y pensamiento cristianos de la FUSBC.
Introducción
“Mucho cuidado con el pabellón de alta seguridad porque allí están los victimarios más malvados”. Esas fueron las primeras palabras de un miembro de las autoridades carcelarias cuando llegamos junto con un grupo de jóvenes cristianos a un evento evangelístico en la correccional de jóvenes de Piedecuesta, Santander.[1] A pesar de estas palabras no muy alentadoras, la actividad se llevó a cabo según lo planeado, pasando primero por el pabellón de mínima seguridad donde se encontraban los jóvenes que habían cometido delitos menores. Posteriormente, pasamos al pabellón de mediana seguridad donde estaban los jóvenes con delitos intermedios. Finalmente, llegamos al pabellón de máxima seguridad, donde se encontraban siete jóvenes que habían cometido delitos mayores. Allí estaban los victimarios más “malvados” de toda la correccional.
Tengo que reconocer que entramos con algo de temor por el comentario hecho al inicio de la visita. En este pabellón tuvimos que hacer cambios, no pudieron entrar los menores de edad que iban con nosotros, entonces pudimos hacer muy poco de la parte teatral que se había preparado. La mayor parte del tiempo se dedicó a compartir la Palabra de Dios. La cuestión es que, contra todos los pronósticos, estos siete jóvenes fueron los que mejor respondieron a la Palabra de Dios. De esa actividad, lo que viene a mi memoria es ver a esos siete jóvenes, “los victimarios más malvados”, reconociendo con lágrimas en sus ojos, no solo sus pecados sino la necesidad que tenían de Dios en su vida. Los que mejor respondieron al mensaje fueron estos siete peligrosos victimarios.
El actual panorama de nuestra nación, de acuerdos con las FARC e inicio de diálogos con el ELN y la realidad de otros grupos violentos y armados tanto en el sector rural como en los centros urbanos, enfrenta a la iglesia a la responsabilidad que tiene en la restauración de víctimas del conflicto y violencia en Colombia. Pero a la vez es necesario reconocer que también hay un trabajo por hacer en cuanto a la restauración del victimario. En dichos procesos, el papel de la Palabra de Dios es fundamental en la transformación que se espera de estas personas. Con base en lo anterior, el presente escrito hace una reflexión basada en Jonás 3, donde se narra la respuesta adecuada a la Palabra de Dios de uno de los victimarios más malvados mencionados en la Escritura: “Nínive”. A lo largo de este artículo se desarrollan tres de los aspectos que muestran la adecuada reacción de Nínive: la prontitud de la respuesta a la Palabra de Dios, la humildad y el arrepentimiento ante dicha Palabra, y el conocimiento de Dios reflejado en sus acciones.
El libro de Jonás
El libro de Jonás está organizado en cuatro actos (uno por capítulo) que muestran diferentes facetas de Jonás frente a la comisión que Dios le dio.[2] El tercer acto, a su vez, está organizado en tres escenas. El primer acto se desarrolla en Jonás 1:1-16 donde se narra el proceso de huida de Jonás de la presencia de Dios como reacción a la instrucción dada por el Señor de proclamar su Palabra en Nínive. El segundo, en Jonás 1:17-2:10, gira en torno a una oración de acción de gracias y de reconocimiento expresada por Jonás como resultado de la salvación que Dios obró en él por medio del gran pez. El tercero, en Jonás 3:1-10, enfatiza la respuesta a la Palabra expresada en arrepentimiento por parte de los ninivitas que genera la detención del juicio por parte de Dios y la no destrucción de Nínive. El acto final, descrito en Jonás 4:1-11, narra el enojo de Jonás por el perdón hacia Nínive y el diálogo de Dios con el profeta que se muestra renuente a aceptar el actuar soberano y misericordioso de Dios a favor de Nínive.
Se aclara que identificar esta estructura en cuatro actos, como se ha hecho, no asume que el libro de Jonás no registre una historia real, como algunos sí han asumido, identificando a Jonás como una alegoría o una parábola.[3] La presentación en cuatro escenas se refiere solo a la estructura literaria de la narración.
El libro de Jonás desde un principio deja clara la gran maldad del victimario, “Nínive”; a tal punto que Dios encomienda a Jonás que declare palabra de juicio contra sus habitantes. Los capítulos 1 y 2 narran todo el proceso de huida de Jonás ante la comisión de Dios. El decreto del rey también describe a Nínive como una ciudad muy violenta (Jon 3:8). Los habitantes de Nínive eran conocidos por la forma tan malvada como sometían a los otros pueblos. Respecto a Nínive, Schokel y Sicre afirman: “Nínive, capital del imperio asirio a partir de Senaquerib, había quedado en la conciencia de Israel como símbolo del imperialismo, de la más cruel agresividad contra el pueblo de Dios (Is 10:5-15; Sof 2:13-15)”.[4]
Además, Vincent Mora afirma de Nínive:
¿Qué representa Nínive a los ojos de Jonás? … La historia, la arqueología, los anales asirios y la Biblia nos dicen lo que fueron Nínive y sus reyes. El Museo Británico de Londres está lleno de estelas y de bajorrelieves que inmortalizan a los reyes asirios: grandes cazadores, guerreros intrépidos, constructores de palacios y de imperios. A través de esos monumentos de piedra, como a través de los textos asirios y bíblicos, adivinamos la implacable crueldad de esos tiranos: guerras de conquista, despojos, deportaciones, trabajos forzados, imposición de tributos exorbitantes, saqueos innumerables, tierras calcinadas.[5]
En este sentido, Milton Acosta sostiene:
Los asirios son poderosos, crueles y arrogantes. Sometieron un pueblo tras otro hasta convertirse en el imperio que dominó el Medio Oriente por varios siglos. Los grandes museos del mundo están llenos de textos, monumentos, relieves y artefactos donde Asiria despliega el trato a sus enemigos: cortan manos, pies, cabezas y los exhiben como trofeos para que todos sus enemigos vean y teman; con este terrorismo psicológico comunican que las amenazas del imperio no son retórica vacía; hay que someterse.[6]
La anterior evidencia bíblica y secundaria deja en claro la violencia y maldad que representaban tanto los habitantes como los reyes ninivitas. Pasajes bíblicos como 2 Reyes 19:21-28, 36; Isaías 37:22-29 y el libro de Nahúm permiten concluir que Israel también había sido víctima de la maldad de ese pueblo. Esa fue, sin duda alguna, la razón principal para que Jonás decidiera emprender su huida de la presencia de Dios rumbo a Tarsis, en el momento en que recibió su comisión de parte del Señor de ir a Nínive. Para Jonás era inaceptable que el Señor lo enviara a proclamar la Palabra de Dios a un pueblo que le había hecho daño a Israel, el pueblo de Dios.
Una pronta respuesta
Jonás 3 narra la respuesta de la victimaria Nínive al mensaje de juicio de parte de Dios. Jonás 3:5-9 describe la rapidez con la que el pueblo y el rey responden a la palabra de Dios proclamada por Jonás (Jon 3:4). Contra todos los pronósticos, los habitantes de Nínive –ciudad, símbolo de crueldad y opresión– creen en Dios al aceptar su palabra, proclaman ayuno y se visten de cilicio.
La pronta reacción a la palabra de Dios se evidencia en que el profeta solo proclamó durante un día, cuando se necesitaban tres días para recorrer la ciudad y el plazo dado por la palabra de juicio era de cuarenta días. Aquí se da un contraste entre la expresión “camino de tres días” (traducción del autor[7]), relacionada con la grandeza de la ciudad, y la expresión “camino de un día” (traducción del autor) que tiene que ver con el tiempo que duró la predicación de Jonás. El profeta sólo tuvo que predicar un día para que Nínive reaccionara. Al respecto, Moberly señala:
¿Por qué debería un período de tiempo tan largo ser especificado? En efecto, ¿por qué debería Jonás especificar un período de tiempo, cuando es la práctica usual en los profetas hebreos definir los oráculos de juicio sin ninguna especificación explícita de tiempo? Se concluye que este período de tiempo se da por gracia, esperando una reacción de Nínive.[8]
Esta pronta respuesta también se ve reflejada en la actitud del rey. Jonás 3:6 afirma: “se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de silicio, y se sentó sobre cenizas”. La estructura sintáctica del versículo muestra un procedimiento literario que expresa la rapidez con la que actuó el rey, ya que la acumulación de verbos en seguidilla generalmente indica movimiento rápido o acción.
Esta pronta reacción del pueblo y del rey contrasta con la respuesta de Jonás a la palabra de Dios, según Jon 1:1, que desencadena todo un proceso de huida descrito en los capítulos 1 y 2 del libro. El texto menciona que la Palabra del Señor llegó a Jonás por segunda vez, no solamente porque ya había venido, según Jon 1:1-2, y a la que el profeta se había mostrado renuente, sino para contrastar la reacción a la Palabra de Dios por parte del profeta de Dios con la reacción de los ninivitas.
Una respuesta con humildad y arrepentimiento
Jonás 3 no solo evidencia la prontitud con la que el pueblo y el rey responden a la palabra de Dios sino también la humildad y el arrepentimiento con que lo hacen. El versículo 5 registra que la ciudad que iba a ser arrasada (3:4) y cuya maldad había subido hasta Dios (1:1), ahora cree la Palabra de Dios en forma inmediata. Cabe destacar que el verbo que se traduce como arrasada (nehpaket), refiriéndose a Nínive, significa más bien “trastornado, cambiado de arriba abajo”.[9] Este verbo es usado cuando se habla de la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn 19:21; Dt 29:22). Al parecer, el uso del verbo es intencional para sugerir que lo que Jonás espera ante la palabra de juicio es que ocurra con Nínive exactamente lo mismo que ocurrió con Sodoma y Gomorra. Esto hace más relevante la reacción de fe de los ninivitas, pues su respuesta a la Palabra evita que ocurra lo que anhelaba Jonás.
El texto afirma que todos los ninivitas ayunaron y se vistieron de cilicio. Dichos actos expresan de forma externa la humildad y duelo con la que el pueblo responde a la Palabra de Dios. El vestirse de cilicio era una manifestación externa de luto.[10] En cuanto a esto, González dice: “Aunque es imposible describirla en detalle, se trata de una vestimenta sin adornos e incómoda, que se usaba como señal de duelo y de arrepentimiento”.[11] Esto permite concluir que los ninivitas creyeron que merecían el castigo, pero que era posible evitarlo, y para esto era el plazo dado. Ellos no organizan una evacuación en masa, ni acuden a sus ídolos.[12] Esto evidencia que asumen su responsabilidad.
El rey muestra una actitud similar ante la Palabra de Dios. El texto registra que “se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de silicio, y se sentó sobre cenizas” (Jon 3:6). El hecho que el rey se levante de su trono contrasta con que al final se siente sobre cenizas. Tener un trono significaba una categoría política, de la cual el rey no sólo se despoja sino que se sienta sobre ceniza. Derramar ceniza sobre la cabeza era una señal de luto, de tristeza o de arrepentimiento. Este rey reconoce que no hay estatus diferente ante esta Palabra. Él se presenta como uno más y se humilla a tal punto que termina sentado en el piso, no en su trono. “Cilicio y ceniza fueron las indicaciones de arrepentimiento y humildad”.[13] Estamos pues ante un rey que se levanta de su trono para arrepentirse y humillarse. Luego de levantarse de su trono, el rey se despoja de su manto. Dicha vestidura lo distinguía como rey, y en lugar de esto se viste con cilicio como señal de duelo y arrepentimiento. En este sentido, Joyce Baldwin afirma que lejos de considerarse en una categoría aparte, el rey da ejemplo a su pueblo, reconociendo su propia necesidad de arrepentimiento.[14]
El texto describe a un rey que se humilla, quitándose aquellas cosas que le otorgan estatus y dando muestras de arrepentimiento. Este rey no sólo proclama un decreto para que hombres y animales ayunen y se vistan de cilicio, sino que entiende que es necesario que los ninivitas se vuelvan de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos.[15] La reacción a la Palabra de Dios por parte del pueblo ninivita se expresó en una adecuada comprensión del arrepentimiento, que implica volverse del mal camino y de aquello que estaba ocasionando la palabra de juicio sobre ellos: su maldad expresada en la violencia que había en sus manos.
Este genuino arrepentimiento de Nínive es ratificado en 3:10, al mostrar que Dios detiene el juicio contra ellos al ver “que se habían apartado de su mal camino”. La siguiente estructura quiástica, propuesta por Dorsey, muestra que el hecho de que Dios haya decidido no destruir a Nínive se debe a que ellos se volvieron de su mal camino.[16]
A y vio Dios
B sus obras
C que se volvieron de su mal camino
C´ y se arrepintió Dios del mal
B que dijo que haría en su contra
A´ y no lo hizo
La anterior estructura tiene como centro (C y C´) el arrepentimiento de Nínive y el arrepentimiento de Dios. Aquí el arrepentimiento de Dios se entiende en el sentido del cambio de parecer de Dios respecto a Nínive que lo lleva a decidir detener su juicio en contra de este pueblo. Se podría inferir que lo primero necesariamente llevó a lo segundo, es decir, que el genuino arrepentimiento de Nínive “obligaba” a Dios a arrepentirse y no destruirla. Pero esto colocaría en entre dicho la soberanía de Dios quien podía detener su juicio contra Nínive o ejecutarlo a pesar de su genuino arrepentimiento. Lo que el texto muestra aquí es que con base en el arrepentimiento de los ninivitas Dios decide soberanamente detener el juicio y no destruirlos. Es claro, entonces, que Dios está dispuesto a cambiar su perspectiva del hombre si él cambia. La misma misericordia que estaba disponible para el pueblo de Israel en caso de que ellos se arrepintieran también está disponible para los paganos así fuera la cruel Nínive.[17] Entonces cabe preguntarse, si Dios perdonó a Nínive basado en su arrepentimiento, entonces ¿quién queda exento de este perdón?
Ahora, si lo expuesto por el texto no es suficiente para ratificar el genuino arrepentimiento de Nínive, el Nuevo Testamento provee otro argumento a su favor. En Mateo 12:41 esta narración del arrepentimiento de Nínive es referenciada por Jesús en una confrontación con los escribas y fariseos. Mateo 12:41 dice: “Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí”. Este texto confronta a escribas y fariseos, quienes por su autosuficiencia al cumplimiento de la ley pensaban que no necesitaban arrepentirse y en lugar de hacerlo pedían una señal de Jesús, cuando sus sanidades, milagros, etc., evidenciaban que él es el Mesías. Jesús usa el arrepentimiento de Nínive en las palabras de juicio contra escribas y fariseos debido a lo grande de su incredulidad, puesto que los hechos y palabras de Jesús evidenciaban que es el Mesías y aun así no creyeron; en contraste con Nínive que respondió con arrepentimiento al oír la predicación de un profeta renuente como Jonás.
Jonás 3 registra que Nínive se arrepiente y hasta Dios mismo se arrepiente, pero todo el contenido del libro muestra que el único que no quiere hacerlo es Jonás. Es un profeta que no da evidencias de arrepentimiento genuino. Cabe destacar que el arrepentimiento de Dios no tiene que ver con que él haya pecado, sino que tiene que ver con que él cambió de parecer, lo cual lo llevó a un cambio en su proceder. El Señor pasa de tener ira hacia Nínive, a tener misericordia a causa de su genuino arrepentimiento y entonces detuvo su destrucción.
Un conocimiento de Dios expresado en sus acciones.
El pueblo y el rey ninivitas expresan su conocimiento de Dios con su pronta respuesta a la palabra de Dios, pues entienden que a pesar de ser una palabra de juicio, la mejor forma de reaccionar frente a ella, y la que Dios espera, es apartándose del mal. Esta afirmación surge del texto que no registra en ningún momento que la palabra proclamada por Jonás haya sido de un llamado al arrepentimiento, por el contrario, es una palabra de juicio: “cuarenta días y Nínive será arrasada” (traducción del autor). En este sentido, Burt afirma que “él comprende que en vano el hombre clama si no tiene la sincera intención y deseo de convertirse. Sin un auténtico arrepentimiento su clamor no sería más que palabras”.[18] Además de un conocimiento de Dios expresado en un genuino arrepentimiento, también se evidencia la aceptación por parte del rey de la soberanía de Dios, pues él reconoce según Jonás 3:9 que a pesar de su arrepentimiento, le corresponde a Dios en su soberanía otorgar el perdón a Nínive: “¡Quién sabe! Quizá Dios se vuelva, se arrepienta y aparte el ardor de su ira, y no perezcamos”.
Esto contrasta con Jonás que tiene una teología impecable pero esto no se refleja en sus acciones. En Jonás 1:9, él expresa que Dios es el creador del mar y la tierra; según 2:9, Jonás reconoce que la salvación es del Señor. En 4:2, él sabe que Dios es clemente y piadoso, tardo en enojarse, de grande misericordia y que se arrepiente del mal. Pero todo esto contrasta con su reacción en el capítulo 1 a la palabra de Dios y que, según el capítulo 4, el profeta se enoja y cuestiona a Dios porque le molesta el hecho que haya perdonado a Nínive. Jonás no quiere aceptar la soberanía de Dios; tiene conocimiento de Dios pero no lo refleja en sus acciones. Él ha tenido una obediencia aparente según el capítulo 3, pues el siguiente capítulo muestra su profundo enojo con Dios por el perdón otorgado a Nínive.
Conclusión
Jonás 3 registra la historia de la salvación de un pueblo malvado como el de Nínive. Este texto inicia con la intervención de Dios por medio de su Palabra y cierra con Dios arrepintiéndose, es decir, cambiando de parecer y no destruyendo a Nínive. Al fin y al cabo, la salvación del hombre empieza por Dios y termina por Dios. Él es el protagonista de la misma. Este texto deja claro que la transformación de una persona, así sea un habitante del común o el mismo rey de la malvada Nínive, el peor de los victimarios, se da por la intervención del Señor. En este texto la protagonista de la transformación de Nínive es la Palabra del Señor. Ahora, respecto al arrepentimiento, Perry afirma que el libro de Jonás, además de ser el libro del arrepentimiento por excelencia, es recitado por los judíos en Yom Kippur recordándoles que “si Dios puede perdonar gente tan mala como los ninivitas, cuanto más perdonará al ciudadano promedio”.[19]
Por consiguiente, la pronta respuesta de Nínive expresada en su conocimiento de Dios y en acciones de humildad y arrepentimiento nos debe animar como iglesia a llevar el mensaje de la Palabra a todas las personas. Esto incluye a los victimarios involucrados en el conflicto armado y en todas las expresiones de violencia que ha sufrido nuestro país por tantos años. Es claro que la palabra de Dios es aquella que puede obrar en su vida la restauración y arrepentimiento, que puede obrar en ellos una verdadera transformación. Ellos también puedan experimentar la salvación de Dios que Nínive experimentó y que hemos vivido cada uno de nosotros quienes hemos sido impactados por el poder transformador de la Palabra de Dios. Que el Señor nos ayude a cumplir tan importante labor.
Bibliografía
Acosta, Milton.“Jonás la Serie—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto” Primer Episodio: “Huir, Dormir, Callar”, Pido la palabra (blog), 1 de octubre de 2016,
http://pidolapalabra1.blogspot.com.co/2010/10/jonas-la-serie-temporada-2010-no.html.
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