Tercera Edición
Año 3 Segundo Semestre 2012
Aunque él me matare, en él esperaré: carta imaginaria de Job a un amigo que sufre
Querido amigo:
El vacío de la muerte era mi única opción. En ese momento mi mente, nublada por el dolor, no veía otra salida… todo estaba perdido. Entonces suspiraba yo preguntando “¿Cuál es el sentido de la vida?” Si tan siquiera encontrara un “para qué” seguro habría una posibilidad de hallar con él el “cómo”, pero en este momento el silencio del sufrimiento era toda mi compañía. Todo llegó tan de repente, que no hubo momento de comprender nada… lo que era mi vida se derrumbó; desapareció toda sombra de prestigio.
En mi mente agobiada trataba de reconstruir los hechos: primero mis hijos, todos me fueron quitados, sin misericordia alguna. Luego me llega la segunda noticia en que todo lo material desaparece como por arte de magia, quedando solo ruinas, y así las noticias van llegando una tras otra. En mi desolación dirijo mi rostro a mi esposa, mi compañía, buscando una palabra de aliento, pero ella parece fuera de sí… lo único que me dice es: “¡Maldice a Dios y muérete!”[1], a lo que respondo: “¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”[2] Así que concluyo en mi mente que “neciamente ella ha hablado”. Mi desgracia no termina ahí; poco después comienzo a padecer de una sarna[3] que me aleja de todos, y en medio de esto llegan mis amigos, los más cercanos y desde lejos solo alzan la voz y lloran. Es tal mi estado que ninguno pronuncia palabra durante siete días, como si fuera un silencio perfecto lo que me permitiera reflexionar buscando una explicación, pero lo único que me viene a la mente es la muerte como deseo, el descanso eterno, dormir (ya que hasta el sueño me ha abandonado, porque cuando lo busco, lo único que me sale al encuentro es el terror[4]).
Con palabras no logro expresar este dolor porque es profundo, así que recurro a los paralelos, sinónimos, metáforas y rimas… sí, solo la poesía logrará comunicarte la agonía de mi alma[5]. “Que perezca el día en que nací”[6] resuenan las primeras palabras de mi queja… y parece que escucho el susurro que viene detrás de quienes dicen: “¡Hmm! ahí va a maldecir a Dios”, pero no es así –ellos no comprenden– en medio de mi dolor es natural que quiera quejarme. Mi queja se deja escuchar y no es contra ningún humano, sino contra Dios.
Inicio con deseos.[7] ¡Sí, deseo que Dios desaparezca la totalidad del día en que nací, aun más, el día en que fui concebido! ¡Sí, que esa noche no exista! Quisiera devolver el tiempo si fuera posible para borrarlo del calendario, porque lo que estoy viviendo sólo es semejante al caos[8], a eso que había antes de la creación del mundo… a nada más sería comparable.
De haber muerto[9], ahora estaría descansado; en la muerte el esclavo deja de escuchar la voz de quien le hostiga, y reposa al igual que el príncipe que está en su fastuosa tumba, porque allí no hay diferencia; en ella todos somos iguales.
Quizás te preguntarás “¿Qué razones[10] tiene Job para desear algo tan radical?” Bueno, permíteme que te las enumere: primero, mi alma está amargada y solo tengo sufrimiento; segundo, Dios es el que se me está atravesando en el camino; y tercero, lo que temí me llegó, sin que sirviera para nada haber estado siempre a la expectativa.
“¡Por algo mis palabras son tan impetuosas!”[11] …porque es Dios quien me está atacando, ¡oh, cuánto deseo saber cuál fue mi ofensa! ¿Qué pecado cometí para que me esté pagando[12] así? Mis palabras de reclamo no son para mis amigos, ¡no! porque ellos no entienden mi dolor, ¡sólo yo! Si no fuera así no me quejaría; me quejo porque duele. Y esta queja es natural al dolor[13]. Desde lo profundo de mi angustia, me resuena la pregunta “¿Por qué?” Me gustaría saber la razón, la finalidad que tiene mi sufrimiento y por qué sigo vivo padeciendo[14]. ¿Por qué Dios no descarga su mano y acaba conmigo de una vez por todas[15]? …así en el Seol estaría escondido hasta que Su enojo pasara[16].
Otra vez pregunto: “¿Por qué? …¿Qué propósito tiene que Dios me haya arruinado de esta manera? …¿Qué fin hay en esto?” Necesito una razón para seguir viviendo[17]. Hoy no queda nada de lo que era[18]. Para mis hermanos soy un desconocido; todos se han olvidado de mí, y ni aún mis siervos me responden. Para mi mujer soy un extraño; los que antes me honraban, hoy me menosprecian; mis íntimos y los que amaba hoy me aborrecen y se vuelven en contra de mí. Parece que todo lo bueno que hice está en el olvido. ¿Es que nadie recuerda cómo socorrí a la viuda y cómo me acordé del huérfano? …hoy, en mi sufrimiento, todo parece en vano.[19] En medio de mi dolor, todo lo referente a la muerte[20]adquiere un sentido diferente. Ya no me asustan el silencio, la oscuridad o las tinieblas, porque ahora ellos son parte de mi grito de protesta contra la injusticia que estoy sufriendo, porque es en la muerte que se da mi utopía; ahí se cumple lo que espero de un mundo ideal, donde todo lo deseable de la existencia ahora descansa. Para mí, el sentido de la vida misma ahora está en no existir, ya que no tengo por dónde andar. Aunque deseo ir por el buen camino donde no hay tropiezo, y caminar como “la luz de la aurora que va en aumento hasta hacer el día perfecto”[21], ¡no puedo! Dios me ha escondido el “mapa de la senda a seguir”[22] y aunque trate, ¡no puedo! ¡Es imposible… Dios mismo obstaculiza mi camino!
Quizás en este momento considerarás que esta es una carta más de un hombre desesperado, que prontamente dejará de existir, que ya está a punto de acabar con su miserable vida porque considera “la muerte como medio o fin”[23] para huir de sus problemas, pero no te equivoques… si has logrado comprender algo de mi realidad, sabrás que lo que yo deseo en verdad es que Dios me responda y me permita comprender qué es lo que está sucediendo[24]. Mi esperanza no está en obrar yo mismo. “¿Por qué me he de quitar la carne con mis dientes, y poner mi vida en mis manos? Aunque Él me mate, en Él esperaré[25]. Él será mi “Goel”[26], el que me rescatará aun después de la muerte para que mi nombre no sea borrado.
Así podré proseguir mi senda, clamando: “¡Quién me diera a saber dónde encontrarle, para poder llegar hasta su trono!” Si tan solo pudiera hablar con Él, yo expondría ante Él mi causa, llenaría mi boca de argumentos, aprendería yo las palabras que Él me respondiera, y entendería lo que me dijera. ¿Contendería Él conmigo con la grandeza de su poder? ¡No! porque mi esperanza es que Él ciertamente me prestaría atención. Entonces así razonaría con Él, y sería librado de su mano, porque Él se ha convertido hoy en mi juez. ¡Quién me diera que me oyese![27]. Esa es mi súplica, porque mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí.
¡Hoy al fin se dio respuesta a mis palabras! …desde el torbellino[28] Él me habló, y ahí fue cuando comprendí el propósito de mi sufrimiento, que incluyó todo tipo de dolor permitiendo que mi voluntad se rindiera ante el dueño de ella, mi Creador. A medida que Dios me hablaba y veía mi pequeñez, vi que para lograr llegar a ese estado era necesario que sufriera una especie de muerte. Mi espíritu humano ni siquiera hubiera comenzado a someter su voluntad mientras parecía que todo en mí, andaba bien[29].
Es así que después del sufrimiento comprendí que mi honorabilidad no estaba en la posición que me diera la sociedad, en las riquezas que tuviera o en la rectitud de la cual me ufanaba, sino en confesar lo ignorante e insignificante que era[30], lo que solo fue posible cuando fui reducido a criatura, ya que desde ese estado de humildad es que pude comprender que pretendía conocer a Dios, mas solo era de oídas, al igual que mis amigos… ahora puedo decir que mis ojos le han visto.[31]
Mi historia[32]no difiere de la tuya o de la de nadie más, ya que en el momento del sufrimiento todos somos iguales. En el dolor nos sentimos como si desconociéramos lo que pasa, y todo se vuelve incierto y nos ponemos a divagar en nuestros pensamientos sobre cuál puede ser la causa de nuestro dolor. Aún nos podemos llegar a preguntar ¿Será que Dios me desea destruir?, pero yo les puedo decir a todos, que esto se va disipando a medida que avanzo en el desierto del sufrimiento. Es ahí donde comprendí, que Dios usó el sufrimiento para que yo pudiera generar palabras y así tener un encuentro con Él.[33]
Así que, amigo mío, no importa la circunstancia que tengas, que te haya llevado a perder la esperanza y estés aun a punto de suicidarte[34]. Hoy te invito desde mi experiencia[35]a que elijas un camino más excelente, a que encuentres el propósito de tu sufrimiento y cómo Dios obra en medio de éste, en vez de sumirte en la desesperación. Así podrás descubrir una manera para seguir viviendo; entonces, después de un tiempo podrás ver las cosas como las veo hoy yo. Yo veo que mi sufrimiento fue una etapa de la vida que me permitió acercarme más a Dios, una circunstancia que me permitió hacer historia, para que se me pueda recordar como el hombre que, en medio del dolor y lo inexplicable de la vida, siguió viviendo… más aun… vivió conociendo mejor a Dios.
Con cariño,
Job.
Bibliografía
Arens, E. (2010). Job, o la teología desde la dignidad humana. Theologica Xaveriana,
60,(170), 371-394.
Arens, E. (Eds) (2005). Job. En Comentario bíblico latinoamericano. Antiguo Testamento. Estella: Editorial Verbo Divino.
Asurmendi, J. (2001). Job : experiencia del mal, experiencia de Dios. Navarra: Verbo Divino.
Basson, A. (2008). Just Skin and Bones: The Longing for Wholeness of the Body in the Book of Job. Vetus Testamentum, 58(3), 287-299.
Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder.
II, Juan Pablo . (1984). Salvifici Doloris. El vaticano. Recuperado el 21 de noviembre de 2012 de http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_11021984_salvifici-doloris_sp.html
Lewis, C. S. (1994). El Problema del Dolor. Ediciones Rialp.
Mathewson, D. (2006). Death And Survival in the Book of Job: Desymbolization And Traumatic Experience. Continuum International Publishing Group.
Moron, P. (1992). El suicidio. Publicaciones Cruz O., S.A.
Pettys, V. (2002). Let there be Darkness: Continuity and Discontinuity in the ‘Curse’ of Job 3. Journal For The Study Of The Old Testament, 26(4), 89-104.
Sánchez Óscar. (2012, abril 19). Aumento del suicidio en Medellín – Noticias de Medellín – Colombia – El Tiempo.com Recuperado mayo 25, 2012, a partir de http://www.eltiempo.com/colombia/medellin/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-11604642.html
Suriano M. (2010). Death, Disinheritance, and Job’s Kinsman-Redeemer. Journal of Biblical Literature, 129(1), 49-66.
Alarma por aumento de suicidios en Medellín. (s. f.).NoticiasCaracol. Recuperado mayo 25, 2012, a partir de http://noticiascaracol.com/nacion/video-264370-alarma-aumento-de-suicidios-medellin
Lilieana Ramos
Estudiante de Teología FUSBC
Contacto:
lramos@www.unisbc.edu.co